Poesía

Ejercicio diario

EL ARTE DE APRENDER A DESPEDIRSE

Para Damaris Calderón,
Andrés, Deivi, Miguel, David

Los caminos me llevan a un fin que ya conozco,
a un fin que no me dará descanso.
Solo veo manchas,
escaleras húmedas, pobladas de moho,
altas tapias,
casas en penumbras de las que cuelgan lámparas
por donde se escapa una luz calada.
Todo es conocido
pero no fundado.

Todo me produce asco,
los besos,
el agua que compartió un estudiante extraño y amargo.
Es como si me hubieran sumergido en algo pegajoso.

Delante de mí un jardín de vicarias:
frágiles flores que con un poco de aire
se van despetalando,
es aire de vida,
aire que trae el frío de aquellas visitas al hospital,
en que un medico
—con las dos manos sosteniéndose la cabeza me decía:
dime la verdad,
como si la verdad fuera tan fácil de contar—.

La verdad tiene un sabor a lágrimas,
tiene el dolor del enmudecimiento
los golpes paternos,
la venganza.
El engaño te acompaña toda la existencia.

Como no recordar aquella boca
que beso mis labios por primera vez.
Como no ir a la costa que lame los cuerpos
que abandonan el país.
Como olvidarme del lugar en que una hija
le fractura el brazo su madre
solo para embutirle sopa frente a todos.
Por más que quiera, no puedo,
en mi cabeza aparecen las casas forradas con sacos de abono,
el pozo en que desde pequeño entraba en las profundidades:
por más que pueda
se me hace imposible olvidar.

EL HULE ME HACE RECORDAR

Me recuerda el olor de las balsas
el nylon tapando los muebles,
el constante goteo en las jarras.
Esta vez no habrá palabras
no habrá frases que enjuicien
me aseguraré de dominar la silla donde me siento.
Al fondo
detrás de la mesa
cuelga un mapamundi,
la isla es sólo un punto,
un pequeño punto perdido en el planeta,
y aún más perdido
en el oriente del país,
aparece mi provincia.
Aquí estoy
frente al mundo,
pese al poema,
a la voz de las cosas,
las pulsaciones.
Mentiré
busco mentir, para encontrar el deshielo de la verdad.
Vivo como un prófugo
los dedos me apuntan.
El mundo es grande
hay kilómetros de desierto,
grandes hectáreas de bosques,
ciudades que se derrumban,
que se inundan.
Sin embargo
hay gente que se ama.
Limpio el piso
raspo el cemento
elimino el lodo que el agua arrastra.
Hay palabras de lodo,
caricias de lodo,
imágenes de lodo
como la mujer que con indiferencia le toma la mano de su esposo.
Despierto entre tablas,
las palomas suenan,
suena el chapaleteo
de los constructores.
Sueño con sacos de cemento
con bloques;
busco un hogar donde reposar los oscuros días.
Llovizna fuerte.
Las gotas chocan contra el cristal de la ventana
dibujan líneas oblicuas,
como heridas, como navajazos.
Tengo miedo.
Un hombre flota en el estanque.
A mí me gusta ver a los ahogados,
ver cómo el cuerpo flota encima de las aguas.
De lejos parece como si descansara
como si se tratara
tan sólo de un abrazo al mundo.

SENTIR ESTA MUERTE

Ante mi desfilan en desgarradora y silenciosa procesión
espectros que parecen vivos y vivos que parecen espectros.
José Martí

Para Lourdes González

1.
Si todo lo visto fuera una imagen,
un invento de nuestra mente.
Si la realidad que parece tan verosímil fuera falsa.
Si las voces de los vendedores,
esas que escuchas a soslayos —subiendo por las calles—
proponiéndote,
convidándote desde los quicios.
Si lo querido, lo amado, lo que nos vuelve locos de remate,
si la música de Schubert,
las reproducciones de la pintura impresionista francesa
e incluso los inventos,
los descubrimientos,
fueran mentira.

Si la piel sudada —sucia—
que te roza cuando pasan los mendigos,
si ese escalofrío que sientes nunca existió.
Si la felicidad que percibes
en los rostros de los hombres y las mujeres,
se reduce a pensar que mañana les espera el mismo plato de comida.

¿Qué hacer con los que ahorran dinero para comprar vísceras
o matan a algún animal callejero para alimentar al perro de pelea,
ese que le dará fortuna para la fiesta de los quince de su única hija?
Cómo no creer
si los he visto tomarse las aguas salitrosas
por no tener otra para calmar su sed.
Cómo no sentir esta muerte,
este fallecer.

La arenilla de las viejas construcciones cae
sólo el tintinear del agua en las paredes enmohecidas.
Un gato se mira en el agua,
aguas oscuras y sosegadas.
El hombre cierra la puerta de un almacén;
las tolas chocan,
el estallido hace que en mí nazca el peligro.
Hay niebla encima del río,
en él flotan las tablas, los papeles,
los anuncios de lo que fue alguna mercancía.
Un producto vendible para unas horas de paz.

2.
Poder atravesar los puentes,
poseer o que me posean las aguas.
Sólo la abundancia de ese líquido
hace que en mí nazca el desasosiego
la desembocadura de todo egoísmo.

Las tablas de las vestiduras están abiertas
el sol y el salitre las han ido secando.
El olor a goma quemándose —llega aquí—,
el olor proviene de los patios vecinos,
donde unos viejos ponen parches a recámaras de bicicleta
y botas de goma.
Uno de ellos sufre una infección en los pulmones
sabe que ése olor es tóxico,
es humo acelerara su muerte.
Pero sabe también que debe seguir poniendo parches
para que le lleguen algunas monedas.

Me pregunto si esta es la existencia.
Estas sucesivas visiones.
Podrá ser
la verdad.

ES OTRO EL PAISAJE QUE PERCIBO

Estoy desasiéndome de libros, volúmenes que me han costado mucho.
Estoy distante.

Aun cuando mis ojos quieren tragarse el paisaje en movimiento
es otro el paisaje que percibo, que deseo.

Estas pobres, conocidas paredes ya no me reconocen.

Lejos
mi madre tose;
sus pulmones están débiles, envejecidos.
Una nube de hojas cae
—hojas tristes—
los hombres inconscientes de mi pueblo
hacen anillas alrededor de los trocos de los árboles,
los secan,
y así pueden utilizar sus maderas.

Los cuerpos siguen tocándose de la misma forma.
Una vida entera está aquí,
una vida recia,
tallada por el filo de cortantes hachas.

Parece que estamos destinados a que nos utilicen.

DOLOR QUE HIEDE

Los hombres calientan aguas
las vierten encima de los cerdos muertos;
las humeantes pieles desprenden un vaho
que se cuela por las hojas de los almendros y cerezos.
Escucho los burdos ruidos de la vida,
conozco aquellos que leían sus poemas juntos
aquellos que se demostraban lealtad
y hoy se alejan,
se distancian.

Conozco esa verdad
y más que conocerla
descubrirla,
es un dolor que hiede.
Un dolor que calla el llanto
y hace que broten lágrimas dentro del tórax.
Hace que germine la culpa
de saber.

PROFUNDIZO

Para David

Trago saliva,
aprieto los dientes,
el sonido de los dientes cuando los aprieto
parece cristal,
brillo que se rompe.

Soy el mendigo que cruza el parque
y va a dormir en una cama deshecha,
soy el sonámbulo
que amarra sus manos antes de acostarse
porque tiene miedo perderse en la noche,
que la noche lo llame con su voz,
y esa voz lo incorpore a lo más sincero,
al sabor del agua que le invade cuando esta frente a la multitud,
frente al plancton de esos mares muertos del sur.

Me alumbran fijamente el interior de los ojos.
El médico quiere saber cómo tengo el iris,
la retina,
dice que estoy enfermo.
Quizás por eso veo mucho.
El médico quiere borrar o enterarse de lo que mis ojos han visto,
pero es imposible,
una imagen vista aunque no se repita
es guardada para siempre en la eternidad,
en el azogue blando del recuerdo.

Mis ojos ven cosas que no existen.
Compro alimentos
es una agonía,
un desperdicio.
Como solo frente al busto de un Martí de cerámica
de color indescifrable.
Como rodeado de tantas palabras,
de tantos impulsos.
Miro la cucaracha que se desplaza encima del libro de Pessoa.
Escucho al hombre de ojos lindos hablar de su hijo,
está postrado,
él se comunica con el niño a través de la mirada.

Busco,
profundizo,
quiero saber cuál fue el motivo de la mancha en el muro,
las toxinas que poseen algunas imágenes.
Me acuerdo de ti,
te busco.
Recuerdo el vaho de tu piel
lo perpetuo en las hojas
de altos árboles que se estiran al sol.
Busco a la intemperie,
busco la apariencia,
la cercanía,
no exijo la verdad,
lo real.
Sólo busco el intento,
no la finalidad.

EJERCICIO DIARIO

Callar. No decir criterio alguno. Cuando más mover la cabeza gratificando. No aceptar, ni negar, tan solo comentar: me parece bien, y alejarme, alejarme.

Yanier Hechevarría Palao. Holguín, 1981. Poeta y narrador

Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Ha merecido, entre otros, los siguientes premios: Premio de la Ciudad de Holguín 2010; Primera Mención La Gaceta de Cuba 2010 y Premio Cauce de Poesía 2010. Ha publicado los títulos: Sombras del solo (Ediciones Holguín, 2005); Peces en bolsas de nylon (Ediciones Ávila, 2009); Música de fondo (Ediciones La Luz, 2010) y tiene en proceso editorial A la intemperie (Ediciones Holguín) y Vaciados (Ediciones Aldabón). Su obra aparece recogida en diversas antologías y publicaciones nacionales. Además, es compilador de la antología La isla en versos. Cien poetas cubanos (Ediciones La Luz, 2011), edición por el 25 Aniversario de la AHS en coautoría con Luis Yuseff.