0. PADURA Y YO (PRÓLOGO)
—Lo siento, mi socio, pero el libro tuyo me lo vas a regalar y el de Padura lo tengo que luchar en el lanzamiento porque, después, segurito que se desaparece…
Oigo esa excusa hasta en boca de mis mejores amigos, quienes van dejando mi alma de escritor, trémula y sola, a la entrada de la sala Alejo Carpentier. Poco falta para que la sombra de las añejas construcciones de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña marque la una de la tarde sobre el suelo de adoquines. Algún conocido pasa, me saluda de lejos y apura el paso hacia la Nicolás Guillén, recinto fijado como meta por la casi totalidad del público que acude este martes, 12 de febrero de 2011, a la sede principal de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
Yo maldigo, no al autor de El hombre que amaba a los perros —¿qué responsabilidad tiene él?—, sino al que programó las presentaciones. Pero ni siquiera ese sujeto, me digo, para el que mi noveleta publicada por Editorial Extramuros es un título más de entre doscientos… Yo mismito tengo parte de culpa, me autoflagelo, porque después de leerme el ejemplar, prestado, de la edición de Tusquets, advertí que “por nada del mundo se pierdan la última novela de Padura”.
Que un escritor, casi primerizo además, no quiera estar en sus zapatos la fecha cumbre del lanzamiento de un libro propio, parece una mentira de Pinocho. Mas así es, y mientras yo me explayo, apenas para el núcleo familiar y unas pocas personas que debieron aterrizar aquí por despiste, acerca de mis ficticios Asesinos ilustrados, tengo la mitad de la mente puesta en el lugar donde Leonardo Padura está hablando sobre un asesino de verdad, Ramón Mercader, y una víctima de la vida real, León Trotski.
***
Aunque previamente pensé muchas veces acercarme al creador del personaje Mario Conde desde mi rol de periodista, fue solo a partir de aquella fecha del pasado febrero que entrevistar al más afamado novelista cubano de las dos últimas décadas se me convirtió en obsesión. Porque Padura, quien tituló La novela de mi vida a su libro dedicado al poeta José María Heredia, por esas causas del azar, había entrado, ajeno él, a la novela de otra vida. La de la vida mía.
Por eso al anunciarse el otorgamiento del Premio de la Crítica 2011 a El hombre que amaba a los perros, creí regalado el pretexto ideal y envié el 24 de septiembre un email al escritor preguntándole si accedería a recibir un cuestionario mío.
Su contesta llegó incluso antes de lo esperado, el 28 de septiembre, y en cambio, Padura me decía: “Rafael, disculpa la demora en responder. Andamos por las Europas, corriendo, y sin tiempo para nada. Pero todo bien. Mándame las preguntas. En los próximos días tengo viajes en tren por Francia y puedo hacer el intento de responderlas. Sin pena.”
Menos de 24 horas después, mis interrogaciones atravesaban ya el ciberespacio.
1. CUARTO DE HOTEL EN BIARRITZ
Un despacho de la agencia AFP fechado el 4 de octubre, daba cuenta de una conferencia de prensa ofrecida en París por Leonardo Padura, en medio de “una apretada agenda que comenzó en Dinamarca”. Mas para enorme sorpresa mía, el 5 de octubre estaba entrando en mi buzón el cuestionario respondido por el popular novelista.
Al comienzo del mensaje, Leonardo Padura se explica, como disculpándose por el tono de sus respuestas:
“Aunque a veces pueda parecer hasta autosuficiente, los que me conocen saben que no soy así, pero es que creo que hay que decir las cosas como son y no andar más dándole vueltas a las tonterías. Gracias por esta oportunidad.”
A seguidas, atendiendo una petición mía, Padura deja a los lectores enterarse sobre las circunstancias en que estuvo preparando sus respuestas:
“Escribo esta entrevista en un cuarto de hotel en Biarritz, un hermoso balneario de la costa vasca francesa, a pocos kilómetros de la frontera donde, en la parte española, se encuentra la bellísima ciudad de San Sebastián, famosa (y lo comprobamos) por la calidad de su gastronomía.
“La escribo en mi pequeña laptop, tras la cual, en su funda, está el permiso de ‘reingreso’ a Cuba de la computadora que me llenaron en la aduana del aeropuerto José Martí, de La Habana. Por cierto, el único aeropuerto donde, en los últimos ocho, diez años, me revisan las maletas al llegar al país, últimamente con especial fruición por mi condición de cubano.
“La escribo luego de haber hecho una charla pública, como parte del Festival de Cine y Literatura de esta ciudad, ante unas ciento cincuenta personas y haber firmado después unos ciento cincuenta libros, de ediciones francesas y españolas de mis novelas, especialmente de El hombre que amaba a los perros, que anda por los 17 mil ejemplares vendidos en Francia y por las diez ediciones —entre tapa dura y de bolsillo— de la española de Tusquets.
“La noche anterior estuve conversando con un productor francés muy interesado en llevar al cine esta última novela…”
2. CON UN TAL TROTSKI EN LA FERIA DEL LIBRO
R.G.: Quisiera iniciar este diálogo con una anécdota, aunque no sepa de cierto si se trata sólo de un rumor típico del choteo criollo o si es una de esas kafkianas verdades nuestras de cada día… Digamos que oí decir, en los días de febrero pasado, que la directora de una emisora nacional de radio comunicó a sus subordinados que “estaba prohibido dar promoción a la presentación del libro de un autor ruso, un tal Trotski”. Pero, broma aparte, y aunque se haya pretendido realmente dar “bajo perfil” mediático al lanzamiento de El hombre que amaba a los perros, lo innegable es que ese fue el evento capital de la última Feria del Libro habanera. A propósito de esto, quiero enfocar mi pregunta hacia la intimidad de Leonardo Padura: ¿Qué sintió el autor y el hombre al ver repleta la sala Nicolás Guillén de la Cabaña y con muchísima gente afuera, deseosa de asistir a la presentación de una novela que Ud. mismo confiesa que fue “escrita y pensada desde la Isla”?
L.P.: Sabes que en Cuba, por la prensa que padecemos, el rumor llena un espacio mucho más importante que en otros sitios del mundo, donde muchas cosas se ventilan públicamente, y aunque en general la prensa planetaria no es un ejemplo de buen hacer social, cívico e informativo, al menos abre espacios para el conocimiento de una realidad que no es solo la de un único interés oficial. Esos rumores me llegaron también a mí, y desde antes he escuchado otros, como que en ciertos periódicos se me debe mencionar a mí y a mis libros lo menos posible —o todo lo menos posible. Y es evidente que en los casos de mis novelas, prácticamente resulta nula su valoración en la prensa, sobre todo en la prensa nacional, a pesar de que en siete ocasiones he ganado el Premio de la Crítica, y tengo más de diez premios internacionales más o menos importantes de los que no se dice nada, mientras se anuncia el éxito de un rapero en un concierto en Camagüey.
“Además, en los programas oficiales de la Feria y el de Ediciones Unión, los horarios de presentación de la novela eran diferentes. La presentación finalmente se hizo a la una de la tarde, hora infernal para todos los cubanos y más en un día laboral (lo de días laborales en Cuba, ya lo imaginarás, es un eufemismo), pero así y todo se llenó la sala más grande de la Feria, las personas estuvieron haciendo cola desde el amanecer para comprar el libro, y de los cuatrocientos ejemplares que se suponían que venderían no creo que hayan llegado a doscientos, mientras del resto sé muy poco, pues nadie ha visto ninguno en una librería cubana.
“Pero lo importante es que mucha gente lo ha buscado y, por una u otra vía, incluso pidiéndolo a amigos en España, lo han leído, porque hoy en día actitudes como la de ese ‘rumor’, afortunadamente, ya no tienen iguales consecuencias que en los años 70 u 80 del siglo pasado. Hoy, Cuba es una sociedad más abierta, aun sin que tengamos todo el acceso necesario a Internet o a la prensa internacional, y esos funcionarios deberían de una vez cambiar sus mentalidades como ha cambiado el mundo y el propio país en que vivimos. O seguiremos viviendo en el siglo XX, con todo lo que eso significa para una sociedad.
“En fin, que con o sin rumor, el libro se publicó, la sala de la Feria se desbordó, ganó el Premio de la Crítica y fue el suceso del encuentro. Desde antes y hasta hoy, casi todos los días, dos años después de publicada la novela en España, sigo recibiendo llamadas y mensajes en los que los lectores, en su mayoría cubanos, pero no solo cubanos, me agradecen que haya escrito esa precisa novela que les ha permitido reafirmar ideas y sospechas que tenían, y, sobre todo, verse a sí mismos en el drama que, por cierto, envolvió a toda la humanidad: el fracaso de la utopía socialista según el modelo del siglo XX”.
3. LA INSEGURIDAD DEL ESCRITOR A FONDO
R.G.: El viaje hacia la luz de la edición cubana de El hombre que amaba a los perros se asemejó a una novela de suspenso, conformada por varios capítulos. Hubo una suerte de presentaciones anticipadas durante el 2010: una en Casa de las Américas, otra en la UNEAC; luego un anuncio suyo en un programa de televisión de que saldría en septiembre; hasta que, al fin, se puso a la venta en febrero de 2011, durante la Feria del Libro. Le declaro que me encanta saber la respuesta de todos los misterios y por eso me atrevo a preguntarle por qué las cosas sucedieron de esa manera.
L.P.: La primera razón de los “adelantos” de la novela radica en mi necesidad de confrontar públicamente lo que había escrito y saber si funcionaba para los lectores. Eso tiene mucho que ver con mi inseguridad como escritor, pues siempre pienso que lo que escribo puede ser un desastre. Luego, el hecho de que saliera primero en España (septiembre de 2009), con mi editorial de siempre (Tusquets), y que después fuera necesario empezar a buscar las vías para publicarla en Cuba (las peores vías: las económicas), retrasó la salida en el país y yo llegué a temer que no se publicaría. Al fin apareció el financiamiento, luego no aparecía la imprenta, y al fin la novela estuvo lista no en agosto del 2010, como habíamos previsto, sino en noviembre, y ya a esas alturas decidimos esperar a la Feria. Toda esa suma de condiciones permitió, sin embargo, que más gentes leyeran las ediciones mexicana, argentina, y sobre todo la española, y que el interés por el libro, por la vía del rumor y el boca a boca, llegara a ser mucho mayor.
“Debo decir que en todo ese proceso siempre tuve el apoyo total de Ediciones Unión y la contribución decisiva del Ministerio de Cultura, que dio el papel necesario para esa edición que se supone sea (haya sido) de cuatro mil ejemplares, según lo que Ediciones Unión le pidió publicar a Tusquets, que siempre da una licencia a Unión sin cobrar derechos. Pero los cuatro mil ejemplares no han circulado, de eso estoy casi seguro”.
4. HEREDIA, MI CONTEMPORÁNEO
R.G.: Sobre El hombre que amaba a los perros y el proceso suyo de investigación y escritura de la novela, tanto ha aclarado ya en charlas y entrevistas que no se me ocurre nada novedoso que preguntarle sobre ella. Por eso quiero viajar hacia casi una década atrás, cuando Ud. se apareció con La novela de mi vida y muchos creyeron que, efectivamente, Padura había escrito ya la novela de su vida y llegado al tope de su carrera como escritor. Ahora, luego de la novela sobre Mercader y Trotski, la cual considera aún más compleja y ambiciosa que la anterior sobre Heredia. ¿Cómo mira ahora Leonardo Padura a esa novela del ayer? Y también, indíqueme si Padura ha puesto ya algún nuevo gran desafío en el horizonte de su novelística, de cara al futuro.
L.P.: Hay dos cosas muy importantes aquí: 1) Nunca habría podido escribir El hombre que amaba a los perros, tal como la escribí, sin la experiencia previa del trabajo de investigación y escritura de La novela de mi vida. Y 2) Sigo pensando que mi libro mejor, más equilibrado estéticamente, más logrado es precisamente La novela de mi vida.
“Pienso que en esa historia sintetizada y condensada del proceso vital de Cuba y su poesía, logré expresar mis mayores preocupaciones como ser cubano, pude darle forma a mis obsesiones personales y nacionales más complicadas, y todo fue gracias a esa visión de que Heredia era no solo un lejano antecedente, sino también mi contemporáneo. Y al colocarlo frente a mí, al otro lado del espejo que no era tal porque había perdido el azogue, pues vi a un hombre cubano y entendí muchísimo de lo que somos, de lo que hemos sufrido, logrado, lo que hemos visto nacer y frustrarse en nuestros pocos años de existencia como país y cultura propias. Vi, sobre todo, nuestras virtudes y, más aun, nuestras mezquindades.
“Pero estas dos novelas y La neblina del ayer, son como una tercera etapa en mi trabajo. Si en los años 1980 todo fue aprendizaje (en la novela, el cuento, el periodismo, el ensayo), y los 1990 los de tener una relación mucho más profesional con la literatura y las otras actividades culturales, y además una época en la que escribí como un loco (imagínate, cuatro novelas del Conde, el ensayo sobre Carpentier, películas, etc.) para salvarme de la locura que me atenazaba todos los días por la situación del país, entonces, pienso, los años 2000 en adelante, han sido los de asumir lo aprendido y lo escrito con una visión más compleja, universal, comprometida.
“Precisamente por eso es que ahora he regresado a Mario Conde, pero en un nivel de complicación narrativa, conceptual e histórica mayor que en La neblina… Estoy escribiendo una novela sobre la libertad del individuo, sobre el libre albedrío del hombre ante los poderes celestiales y terrenales, sobre ese derecho sagrado y civil a la libre decisión. Para trazar ese arco, me voy a la Ámsterdam de 1640, en la época de Rembrandt y Spinoza, y a través de la historia de un judío sefardí que quiere ser pintor en aquella ciudad (el gran modelo de la libertad de su momento), trazo una parábola (no solo poética, sino también geométrica) que viene a dar en una emo cubana del año 2008, pasando por la judería cubana de los años 1930-50, la de Miami de la década de 1960, y la Cuba actual, ya aquí de la mano de Mario Conde, quien sabe mucho mejor que yo qué cosa se mueve en las calles de La Habana”.
5. DE CÓMO UN CONDE DIO LA LIBERTAD A LEONARDO
R.G.: Yo soy de los que opina (y hay bastantes que piensan lo mismo) que el policía Mario Conde es el único gran personaje, el único imborrable character, que ha producido la literatura cubana de los últimos veinte años. Por tanto, siguiendo en la onda de un carpenteriano viaje a la semilla, quiero preguntarle: ¿Cuánto cree Padura deberle a su protagonista de Las Cuatro Estaciones y de un par de novelas más? Y ¿de qué modo piensa seguir conviviendo en lo adelante con su famoso personaje? Acaso surgirá un Moriarty que lo despeñe por un acantilado como Conan Doyle hizo con su Sherlock Holmes…
L.P: Mario Conde no es mi alter ego, pero es mi confesor: solo que el tipo no respeta los secretos y los revela. Con Mario Conde quise expresar mis expectativas, dudas, desencantos, memorias de un cubano afincado en la Isla en la década terrible de los años 1990, con experiencias gratificantes y otras frustrantes, y desde ahí hacer la crónica de la vida cubana contemporánea, pero sin renunciar a la literatura.
“A Mario Conde y sus novelas le debo no solo mis grandes alegrías literarias, haber sentido que podía escribir mejor —cada novela fue mejor que la anterior— y también le debo algo esencial: haber entrado en el mercado internacional del libro y tener desde hace dieciséis años la posibilidad de vivir de mis derechos y de, con esos derechos, dedicarme años a trabajar en una nueva novela, con total independencia económica y social, lo cual es muy, muy, muy importante para un escritor. Mario Conde me dio confianza en mi trabajo, me dio reconocimiento en Cuba y más allá y, sobre todo, me dio libertad.
“¿Cómo crees que voy a matar a un tipo así o dejarlo de lado? Mi propósito es que envejezca conmigo, que viva y sufra la vida cubana conmigo y, mientras él tenga fuerzas para salir a la calle a buscar aunque sea su ron y sus cigarros, y yo tenga el ánimo para escribir (y la conciencia de que mi nivel no ha bajado), pues seguiré con él, pintando entre los dos un cuadro posible de lo que es Cuba (o de lo que creemos que es Cuba)”.
6. TRES RAZONES PARA UN PANORAMA DE DESOLACIÓN
R.G.: Una lista de veinticinco promesas literarias divulgada en la reciente FIL de Guadalajara no anotó nombre alguno de un escritor cubano. Ya ha pasado antes con otros de esos publicitados inventarios sobre autores de Hispanoamérica. Usted mismo dijo, irónicamente, en una entrevista que publicó La Letra del Escriba: “¿No te da la impresión de que hace 40 años no surge un buen escritor en Cuba?”. Luego, para Leonardo Padura, ¿cuáles son las razones de que la literatura cubana actual esté siendo ninguneada por el mercado y la crítica internacional?
L.P.: La primera: su exceso de localismo. La singularidad de la sociedad cubana, que fue tan atractiva en la década de 1990, ya agotó su capacidad de deslumbramiento, y los escritores no lo han asumido del mejor modo. La esencia de la literatura la razonó Unamuno, y luego Carpentier se adueñó de la frase y, sobre todo, de la lección: hay que hallar lo universal en las entrañas de lo local y en lo circunscrito y limitado, lo eterno. Ese es mi credo… Pero no solo revolcarnos en lo local por pensar que tenemos una historia espectacularmente singular.
“La segunda razón es la promoción. Desde los Premios Nacionales de Literatura hasta la presencia en los medios, el escritor cubano en activo, de hoy, es un fantasma. Entre los que se han ido de Cuba y apenas inciden en la cultura del país, entre la falta de crítica y la deficiente promoción, entre el autobombo al que se dan alegremente cuatro o cinco escritores que (al menos a nivel oficial) parecen ser los únicos que todavía existen en Cuba, lo que se ha creado es un panorama de desolación espantoso. No sangro por ninguna herida, porque no estoy herido: pero me parece no ya injusto, sino lamentable que un rapero, charanguero, o cualquier ‘ero’ es más importante en Cuba que los escritores, o al menos lo es desde la proyección social que le confieren los medios.
“La tercera razón: la falta de un mercado del libro, con sus horrores y virtudes, pero que ayude de alguna manera a ubicar las cosas en su sitio, del modo medio ilógico en que lo hace, pero haciéndolo. Sencillamente no puede haber una proyección internacional de la literatura cubana sin ese mercado, algo que es evidente en cada situación posible. Por ejemplo: los libros que se le venden a los turistas cuando llegan al aeropuerto luego de visitar Cuba. Mejor dicho, los que los turistas no compran”.
7. ¿RELEER A KAFKA O CONOCER LOS NUEVOS AUTORES CUBANOS?
R.G: Conozco escritores, sobre todo de los que han alcanzado cierto estatus, que dicen no interesarles ya leer a sus contemporáneos y que sólo releen a los clásicos. ¿Coincide Padura con esta actitud o se toma su tiempo para saber lo que están escribiendo otros? En particular, me interesa conocer si está leyendo a los autores cubanos de hoy mismo y qué opinión tiene sobre lo que sus compatriotas están escribiendo.
L.P.: He tenido una circunstancia objetiva en los últimos diez años: entre el mundo de Heredia y del Monte, el de Trotski, Ramón Mercader, Lázaro Cárdenas y todos los procesos (incluidos los de Moscú) de los años 1930, y ahora, con la historia del judaísmo, la Holanda del XVII, la biografía de Rembrandt y otros pintores holandeses… poco tiempo me ha quedado para leer literatura cubana. Además, si debo escribir un prologo a un ensayo sobre Trotski en el México de Lázaro Cárdenas, las palabras del catálogo de Montoto, la introducción a un libro sobre la sexualidad de los discapacitados, y hasta unos guiones para cine…
“También está el hecho de que cuando escribo, necesito leer narrativa capaz de retarme, de alertarme, de enseñarme, y siempre vuelvo a los mismos autores: Vargas Llosa, Rulfo, Cortázar, Fernando del Paso, Vázquez Montalbán, Cabrera Infante…
“Si hasta 1990 podía hacer un mapa casi exacto de la narrativa cubana, y en los 90 más o menos aproximado, hoy he perdido la brújula, pues, además, no todos los libros me llegan.
“Sigo leyendo con agrado y admiración a Abilio Estévez; disfruté la novela de Senel Paz; espero más novelas de Arturo Arango y de Pedro Juan; las Cien botellas en una pared de Ena Lucía me parece un libro notable… y seguro que olvido a otros autores y espero que me perdonen (sé que no lo harán) por mi falta de delicadeza y de memoria….
“Pero poco más he leído por esa crónica falta de tiempo que padezco y por la razón que te anoté arriba. Ojalá pudiera recuperar la conexión con la narrativa cubana, y que la narrativa cubana la recuperara con su mejor tradición. De todas formas tengo la impresión de que no ha habido en los últimos años demasiadas novelas cubanas que te obliguen a renunciar a la relectura de Fitzgerald o Kafka”.
8. “LA LISTA PADURA” DE LO QUE HAY QUE LEERSE
R.G.: En la columna que escribe para IPS apareció un texto titulado “Los escritores ausentes”, en donde Ud. se lamenta por tantos escritores contemporáneos de valía que todavía hoy son desconocidos para el lector cubano. Ahí mencionó a un par: Paul Auster (1) y Roberto Bolaño (2). Pero no quiso empeñarse en hacer lista exhaustiva de esos ausentes. Sin embargo, me arriesgo a abusar de su paciencia y le pido que, al menos, proponga otros ocho autores y/o libros que, según Padura, serían de imprescindible descubrimiento para los lectores y/o escritores cubanos.
L.P.: Haré el intento con libros que he leído en los últimos años, para no viajar hasta Orwell, Kundera y otros como ellos, que deberían estar en esa lista:
3. Vida y destino, de Vasili Grossman. Impresionante, revelador, demoledor.
4. Las benévolas, de Jonathan Littell. Avasallante.
5. La carretera, de Cormac McCarthy. Doloroso, triste.
6. El poder del perro, de Don Winslow. Trepidante, revelador sobre cómo funciona la industria del narco.
7. Conejo en el recuerdo, de John Updike. Es el fin de su zaga sobre Conejo Armstrong.
8. El telón, del ya mentado Kundera. Un lúcido ensayo sobre la literatura.
9. Asesinos sin rostro, de Henning Mankell. Una gran novela policial sueca, mucho mejor que las del Milleniun de Larsson.
10. Dos novelas de Philip Roth. El caso Shylock y Pastoral americana.
“Como ves, bastante literatura de autores judíos…..”
9. EN LA RUTA 4, SIN ODIO Y SIN ENVIDIA
R.G.: Para cerrar y aunque el propósito de esta entrevista sea publicarla en un sitio web sobre literatura, quisiera hacerle dos pregunticas que, si bien son extraliterarias, atañen a otras dos facetas del Padura que reconocen los cubanos.
A) Para el Padura capitalino, que vive en el barrio de Mantilla. ¿Qué cosa de La Habana de hoy quisiera que le sobreviviera a Ud. mismo, algo que deseara que perdurara para siempre? Y lo contrario: ¿Qué le gustaría ver borrado de golpe, que ya no existiera más?
L.P.: Hubiera querido que sobreviviera el paradero de la ruta 4, que era el alma de Mantilla. Quisiera que permaneciera la capacidad de los habaneros y de todos los cubanos de ser fraternales entre ellos y de poder reírse incluso de sus desgracias.
“Quisiera que desaparecieran el odio y la envidia: vivimos en un país donde más veces de lo recomendable y necesario afloran el odio y la envidia, a veces disfrazado de la peor manera: con el antifaz de la intransigencia política”.
10. UN GUÍA ESPIRITUAL EN EL BANCO DE INDUSTRIALES
R.G: B) Para el amante del béisbol y de la casaca azul de los Industriales. ¿Cuál es la “solución Padura” (si es que ha pensado en ello y cree tener alguna) para remontar el disminuido nivel actual de la pelota cubana?
L.P.: Tengo muchas ideas de conceptos, organización, de búsquedas de soluciones económicas. Muchas. Porque la pelota anda mal y eso me duele, aunque peor anda cierta prensa deportiva dolorosamente triunfalista. Pero… esta temporada voy a tratar de pasar de lo conceptual a lo factual. El caso es que Lázaro Vargas me ha pedido que le ayude a trabajar “cultural”, “espiritualmente” con los Industriales y lo voy a hacer.
“¡Coño, ese es uno de los sueños más grandes de mi vida! No sé bien cómo lo vamos a hacer, pero lo haremos. Quiero que cada pelotero de Industriales aprenda que pertenece a algo más que un equipo: que es parte de una historia, de una tradición (que se remonta a la chaqueta azul del Almendares), de una cultura. Que Industriales es mucho más que un equipo de pelota, y que la pelota es mucho más que un deporte. Vargas y yo hablamos cinco horas en nuestro primer encuentro y, antes de que empiece la Serie Nacional, vamos a empezar a trabajar con el cerebro de los jugadores.
“Así que si me permiten estar en el banco sin tener que afeitarme la barba, de vez en cuando me verás en el Latino vestido de azul. Va a ser tan emocionante como escribir una novela. Va a ser una de las cosas más bellas que pueda hacer en mi vida, una de las experiencias que me reafirmarán en mi idea de que pertenezco a una cultura. Así que desde aquí quiero darles públicamente las gracias a Javier Méndez y a Vargas por haber pensado en mí no solo como parte del problema, sino como posible parte de la solución.
“Y sobre todo, por hacerme sentir muy, muy orgulloso: porque ellos piensan que yo sé de pelota…”