Ensayo

Diez notas escritas con sangre de la isla

Isla en rojo

I. En un principio esta introducción iba a llamarse “Entrevista con Abraham Estoque, el último vampiro de La Habana” y consistiría en un diálogo ficticio con el irlandés que escribió Drácula. Bajo un nombre castellanizado, inmortal y aquejado de esa misma maldición de la “sed roja” que implantó en su personaje cumbre, el susodicho estaría viviendo al día de hoy en la capital cubana (mejor cabría decir que “no-muriendo en las noches de hoy”);1 y a él, por demás, le sería atribuida la presente compilación de relatos cubanos sobre chupasangres y otros bichos nocivos que el lector ahora recibe con el título de Isla en rojo.

Así, a lo Pilatos, el encargado de escribir estas líneas podría exonerarse de críticas por su gusto sangriento, las arbitrariedades de una selección y los gazapos previsibles en las palabras del prólogo. Pero al final pudo más, no la honestidad, y sí la lucidez de percatarse que tal impostura sólo habría colocado una ficción adicional en un libro al que le basta y le sobra con veinte cuentos espeluznantes.

II. Comienzo por enterarle de que los vampiros no han sido alimañas bien acogidas en la isla tropical. Conclusión que saltará a la vista tras un mero repaso a la historia literaria nacional; y cuya prueba primera proviene del lejano 1829, cuando José María Heredia se empeñó en traducir del alemán al castellano un poema de Goethe: Die Braut von Korinth (La novia de Corinto).

A esta obra escrita en 1797, y considerada pieza inaugural del vampirismo literario, le serían extirpados los colmillos y lavada la sangre por el Cantor del Niágara, hasta dejar su versión publicada en la revista mexicana Miscelánea como una anécdota de jóvenes que comparten cena antes de ir a la cama y al amor.2 Cabría preguntarse, entonces, si tuvo escrúpulos el romántico sublime, o acaso lo mordió la ignorancia acerca de una figura de reconocimiento antiguo por el folclor europeo3 pero ignota todavía en estos criollos lares…

III. Es celebérrima entre los amantes del pánico aquella noche tormentosa de 1816, que excitó la imaginación de una reunión de escritores y provocó el nacimiento de Frankenstein, el monstruo imperecedero de Mary Shelley. Pero hubo un participante, médico y llamado John William Polidori, que también de ahí saldría preñado y, a la postre, concibió a un ambiguo aristócrata, seductor a la vez que cazador letal, para su relato El vampiro, visto a la luz en 1819 y en donde, las lenguas dicen, hizo catarsis de su amor-odio hacia el poeta Lord Byron.

A partir de esa fecha el goteo de sangrientas inspiraciones fue constante a lo largo del siglo XIX: Vampirismo, de E.T.A. Hoffmann en 1821 (primera prosa con vampiro femenina); la Berenice de Edgar A. Poe en 1835 (punto de partida para las traslaciones más sentimentales del mito); La muerta enamorada de Théophile Gautier, en 1836 (sacrílega, por la rendición del sacerdote Romualdo ante los encantos de la vampira Clarimonda); La dama pálida de 1849, por Alexandre Dumas (alojó al nosferatu —voz rumana— en los Montes Cárpatos, escenario que se tornaría recurrente); La familia Vurdalak de Alexei K. Tolstoi, en 1863 (una vuelta del maldito a su ruso territorio natal); Las metamorfosis del vampiro de 1857, por Charles Baudelaire (poema censurado en la primera edición de Las flores del mal y recuperado en 1866); Carmilla de Sheridan Le Fanu, en 1872 (fecundante en varios aspectos: primera narración en formato de novela, asimilación original del personaje histórico de la “Condesa Sangrienta” Elizabeth Báthory, fuerte contenido erótico de carácter lésbico); El Horla en 1886, de Guy de Maupassant (notable en el aprovechamiento de atmósferas oníricas y de la cualidad subjetiva de un diario); El parásito de Arthur Conan Doyle, en 1894 (aporta una fusión entre los conocimientos positivos y las pseudociencias y creencias espíritas de la época)…4 Por fin, cerrando la centuria surge Drácula (1897),5 de Bram Stoker, el opus magnum que hace síntesis eficaz de todos los antecedentes y marcará con sus sugestiones el porvenir de este fenómeno del arte literario.

Pero mientras tales cosas ocurrían allende el Atlántico; del lado de acá, en las tierras americanas, se estaban dirimiendo todavía batallas campales por la independencia. Y en un tiempo así, de dramas efectivos, la gente no estaba al corriente de alarmas creadas por insólitas sabandijas de la noche.

IV. A tono con una época de sagas literarias, filmes con precuelas y secuelas y series televisivas extendidas por temporadas, Isla en rojo fue precedida por Isla en negro (Casa Editora Abril, 2014),6 destinada aquella a recoger, según su subtítulo, “Historias de Crimen y Enigma” escritas por cubanos en los albores del siglo nuevo.

Ceñido al mismo arco temporal de su antecesora, el presente volumen se mueve en cambio desde el subgénero narrativo del policial hacia una temática socorrida dentro de los linderos del fantástico, la cual se anuncia bajo el lema de “Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales”. Y tal como en su versión negra, la roja actual rehúsa ser llamada Antología (“flor selecta”, clasificación exhaustiva)7 para ubicarse, modestamente, en una categoría de “compilación” que abre marcos (no haría cierre) para la búsqueda interesada por parte de investigadores literarios y lectores.

Es importante advertir que las miras del compilador no se han restringido a vampiros de morfología clásica, e incluso admite personajes distintos, si bien sólo los de condición equivalente. Tampoco este compendio va a encuadrarse en el “cuento de terror”, sino que se prodiga hacia argumentos de estirpe realista o surrealista, de humor y costumbrista, de ciencia ficción, histórica y demás, con la intención de ofrecer sobre todo variantes estilísticas y de apropiaciones alrededor de un personaje glorioso de la tradición literaria.

V. De vuelta al pasado, nos topamos que la hora del vampiro en las letras hispanoamericanas llegó con el Modernismo, movimiento literario a la par que “espíritu de época”, asentado entre finales de siglo y la primera década del XX.

Sus actitudes de rechazo a la realidad cotidiana, la pretendida renovación estética con preciosismos de estilo y lenguaje refinado, y una ambición aristocratizante y cosmopolita que hallaba modelos en las corrientes europeas del momento, funcionaron como conjuro de entrada8 para la presentación del noctívago en narraciones del nicaragüense Rubén Darío (Thanahopia, 1893); el peruano Clemente Palma (La Granja Blanca, 1900), el uruguayo Horacio Quiroga (El almohadón de plumas, 1907) y el hondureño Froylán Turcios, autor de la novela El vampiro, de 1910,9 además de otros que se sumarán en decenios posteriores.

Ni siquiera quedó inmune a la fascinación del revenante la generación del boom latinoamericano. En especial, el argentino Julio Córtazar, quien jocosamente se consideró “medio vampiro” por su estampa de juventud sempiterna y la manifestación de ciertos síntomas equivalentes a la Porfiria;10 y que obsequió al personaje un cuento como Reunión con un círculo rojo (1977). También el mexicano Carlos Fuentes, que le dio protagonismo total en Vlad, novela de 2004.

Sin embargo, cuando un estudioso como José Miguel Sardiñas hurga copiosamente entre las páginas narrativas de la isla mayor del Caribe,11 sólo alcanza a citar a los aislados: “Otro caso de vampirismo” (1907), relato de Alfonso Hernández Catá (nació en España y falleció en Brasil, mas con justicia considerado autor cubano); el cuento “Vampiros reflejados en un espejo convexo (y moraleja final)”, publicado en 1987 dentro del libro El Cristo de la rue Jacob por Severo Sarduy (radicado desde 1960 en Francia, donde murió); de Esther Díaz Llanillo, la narración breve “Cambio de vida” salida en su volumen homónimo de 2002; y de Gina Picart, el último, “La ciudad de los muertos”, que fue insertado en su cuaderno de cuentos de 2007.12

Son poquísimas las incursiones; un evento más notable aún si se compara esta frecuencia de aparición con la de otras “estrellas” del fantástico, como los fantasmas o el doppelgänger (el doble).13 Por el recuento hasta aquí, parece definitivamente comprobado que Cuba no es tierra de promisión para murciélagos con sed de sangre.

VI. Muchos años después y parado ante la marquesina de la habanera sala Charles Chaplin, que anunciaba un ciclo de la Cinemateca con las películas del Conde Drácula realizadas por la inglesa Hammers Productions,14 el joven había de recordar aquella noche remota de los setenta, cuando sus padres lo pusieron a dormir más temprano de lo usual, mientras ellos se arrellanaban frente el televisor comentando en susurros sobre el filme programado.

Puesto que no constan para un niño estímulos mayores que la curiosidad y la desobediencia, ergo hubo escape furtivo de la cama, cruce a hurtadillas de patio interior bajo luz de luna llena, y alzamiento en puntas de pie para atisbar desde una ventana las escenas prohibidas. Viendo y no queriendo, azotado por temblores que debía soportar en silencio, ahogando los gritos del pavor, ese menor descubriría unos placeres del puro miedo, que sólo tendrían semejanza, como tal le enseñó la vida más tarde, con los sustos del amor.

Digeridas noche a noche las viejas películas, siempre con el sobresalto de que un apagón ensombreciera la gran pantalla —entiéndase, eran los años noventa—, llegaría el joven a reconocer las tomas queridas-repudiadas de su infancia en Drácula vuelve de la tumba (1968), tercera cinta de la saga.

Luego, contagiado ya de fiebre vampírica, se enfrascó en el original novelesco de Bram Stoker. La lectura, que antes obviara ofuscado por el prejuicio hacia el proverbial mamotreto decimonónico, de descripciones farragosas y fórmulas narrativas pasadas de moda, se transformó en hallazgo revulsivo.

Porque Drácula, a contrapelo de su año de publicación, es acaso el thriller iniciático de la historia y una novela definitivamente moderna. Por el protagonismo coral, donde ningún personaje sabe del todo lo que está ocurriendo, y eso deja zonas de misterio que se regalan para la conjetura del lector; y por su estructura fragmentaria, que fuerza a una recomposición del argumento completo a partir de las cartas y telegramas, los retazos de diarios y recortes de prensa, ofrecidos como soporte físico de la narración.

Tras aquella revelación el joven se hizo la promesa de un día hacer su propia ofrenda al altar literario de los no muertos.

Esta es la crónica del origen de Isla en rojo.

VII. Se podría detallar así el contenido de este libro: veinte cuentos de horror y un prólogo desaforado. Aunque no todos son de horror, ya se dijo…

¿Pero cuándo empezará la presentación de los relatos? Anda preguntándose el lector con este ejemplar en las manos. Complacerlo es tarea urgente:

Hay textos que beben directo en la garganta del vampiro tradicional. Es el caso de “El Empalador”, donde el narrador se presenta a sí mismo como “la mano derecha” del voivoda Vlad Draculea (el histórico conde o gobernador de Valaquia en que se afincó la leyenda), y ofrece su versión de los “hechos reales” henchido de empatía hacia un pater familias forzado al asesinato masivo por razones patrióticas. Víctor Hugo Pérez Gallo, autor del cuento, procede con esta “humanización” del personaje tan solo para encubrir la tremenda ironía debajo de ropaje sutil.

La decoración historicista reaparece en “Café con sangre”, pero con el contexto nacional de las guerras de independencia. Tributa el texto de Juan Pablo Noroña la singularidad de coaligar a vampiros con mambises. Y como en las narraciones clásicas, el protagonista es europeo y de ilustre linaje: un hacendado cafetalero nombrado Monsieur Olivier.

Una ola de asesinatos en la ficticia isla de Tartusa incriminan al desventurado Stevens Franz, en “Te enseñaré a matar”. El relato de Ernesto Pérez Chang entrelaza situaciones arquetípicas del género de terror con las distensiones del humor obtenido a tenor de “la conversión del victimario en víctima” (una operación habitual en las variaciones del mito propuestas por la posmodernidad).

Del medio ambiente de jineteras y turistas, tan resobado por la cuentística cubana, y aún sin chica murciélago (más bien con síndrome de la mujer araña), se saca Iris Rosales, en “Al asecho”, una historia de nocturnidad y deseo contra canónico, de dinámicas de cazador-presa y telarañas de la seducción, que semejan la más auténtica trama vampiresca. Y al dejar atrás lo marginal para reflotar por el mundo snob de lo pop-gótico, sin salir no obstante del universo influido por la Carmilla de Le Fanu, se va a parar a Zulema de la Rúa y sus “Escaleras al suelo.

Dentro del confín genérico de la ciencia ficción en plan “distopía”, el texto de Vladimir Hernández es premonición de futuro donde subsistirán muchachas que hacen la calle y depredadores nocturnos, toxicómanos con pinta de zombies, tribus urbanas que se harán llamar Orishas y Lobas, y gente empujada al hábito caníbal… La ciudad llamada CH de “Semiótica para los lobos” luce como morada siniestra y encierra un clima de puro espanto.

Contiene parábola religiosa y sci-fi “post-apocalíptica”; contiene alegoría sobre un poder totalitario al estilo Orwell (1984); contiene historia de amor, audacias surrealistas y desboques líricos; contiene, se supone, vampiros. Difícil de resumir, un típico cuento a lo Raúl Flores, es el que lleva por título “Ojos Azules”.

En “Pensando todo el tiempo en Lorenzo García Vega15 se rejuntan el escritor que pretende escribir de otro escritor, la actriz Natalie Portman y el vampiro Vlad (Vladimir) Borges. Abarca sucesos transcurridos en Wrong Island, en un supermercado nombrado Stars Wars y en la Playa Albina. Se injertan entrevistas tomadas de revistas y bifurcaciones de la historia hacia un sinfín de senderos. El texto de Jorge Enrique Lage es otro modelo para armar.

Mas, ¿qué ocurre cuando una pareja sin hijos adopta a un bebé vampiro? (“Pedro, regresa”, de Denis Álvarez). ¿Y si en fiesta habanera se toparan un golfo tragasangre del Viejo Mundo y una flor succionadora hija de los mayas del Nuevo Mundo y la mutua atracción los espoleara hasta el acople? (“159”, de Yoss). ¿Cuál plan ideó Totico la Ciencia cuando parecía que el barrio iba a morir en el año del arribo de Susy la Trágica, Chuchy el Bello y Amor, un trío fatal? (“La Divina Trinidad”, de Lorenzo Lunar). ¿Y si una chica excitada por la lectura sale a buscar la inmortalidad entre las fauces del mismísimo Lestat? (“La llamada del vampiro”, de Mariam Diéguez) ¿Qué pasa si Ellos hace tiempo están entre nosotros, y un día deciden emigrar de la isla? (“Nostalgia”, de Carlos César Muñoz García del Pino y David Alfonso Hermelo)

Con tales preguntas correspondientes a tantos cuentos, llega hasta aquí  el primer repaso.

VIII. Si a la contra de Latinoamérica hubo escasez de vampiros en las letras cubanas durante la etapa republicana; tampoco, vale decirlo, las cosas estuvieron mejor para el fantástico en general. Sólo, al decir de los estudios críticos, tras el huracán revolucionario de 1959 los vientos soplaron a favor de la literatura de imaginación.

“Para la narración fantástica, la década del 60 fue el período más fructífero”,16 momento en el que autores de la isla produjeron cuentos de calidad y se prodigaron artículos sobre el tema. Aparecieron antologías, como las dos de Rogelio Llopis en 1968 (Cuentos fantásticos, de textos extranjeros; y Cuentos cubanos de los fantástico y lo extraordinario). En una de Cuentos de ciencia ficción (1969) salieron dos  modernos relatos de vampiros: “El caso de los niños deshidratados”, de Alejandro Jodorowski; y “Vampiros S.A”, de Josef Nesvadra. Esta última corrió a cargo, precisamente, de Oscar Hurtado, aquel que por su poemario La ciudad muerta de Korad (1964) y versos como “Blanco cementerio de guerreros/ matados en noche de dos lunas/ por vampiros hinchados como arañas/ Se alegran después del banquete y cantan:/ Somos la vieja secta del Cosmos…”, merece el título de primer “vampirólogo” de ley en tierras cubanas.

Pero esta “década prodigiosa” apercibió sus estertores al volverse sospechosa cualquier literatura con los pies despegados de una tierra hundida en los quehaceres de la “transformación socialista”. Conatos de imposición de una estética “realista socialista” a partir del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura (1971); campañas verdeolivos contra “formas de evasión”; y la entronización ideológica de ortodoxos Materialismos, históricos y dialécticos; avisaron que no era tiempo de ceremonias fantásticas y sí para la anunciación de un Nuevo Policial Cubano, uniformado y comprometido. Guardacostas y milicianos atentos al voraz enemigo, y cederistas patrullando las noches, forzaron a que vampiros y todo tipo de conductas extravagantes tuvieran que replegarse al sarcófago del olvido.17

Así las cosas… habría de esperarse por el lapso de mayor relajación en los 80, y a que un nativo (Arnaldo Tamayo, en misión espacial cubano-rusa) tocara el oscuro cielo sin que ello fuera mal visto. La clarinada, otra vez, la tributó Oscar Hurtado cuando, de manera póstuma, aparecieron sus Papeles de Valencia el Mudo (Colección Radar, 1983, recopilación y prólogo de Daína Chaviano). Ahí florece esta sorprendente confesión: “Un día supe que mi abuelo era vampiro”; y los cuentos suyos maravillan por “la eficacia con que supo entremezclar la leyenda del vampirismo con las características puramente criollas que nos definen como nación”.18

De ese entonces, hay que mencionar a la propia Chaviano, que en un volumen de tres noveletas titulado Historias de hadas para adultos (1986), la segunda de ellas (“La dama del ciervo”) es una apropiación del Génesis bíblico con Adán en usanzas de vampiro. Y a Antonio Orlando Rodríguez, que lanza el cuaderno de cuentos Querido Drácula en 1989.19

Pero la apoteosis vampírica de la época fue cinematográfica, con el estreno en 1985 del largometraje animado para adultos Vampiros en La Habana, realizado por Juan Padrón. La hilarante historia sobre bandas de vampiros extranjeros que desembarcan belicosamente en la capital por los años 30, para hacerse del elixir antisolar inventado por un vampiro residente, se convertiría con el tiempo en un clásico del cine latinoamericano y mundial.

El murciélago sangriento, un gancho de los más solventes para el séptimo arte desde sus años pioneros (ejemplos: Nosferatu, de F.W. Murnau, 1922; M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang y Drácula de Todd Browning, ambas en 1931), recobraría fuerzas en el panorama cinematográfico de la posmodernidad a través de obras como la dirigida por el estadounidense Francis Ford Coppola (Drácula de Bram Stoker, 1992); Cronos, del mexicano Guillermo del Toro (1992); Entrevista con el vampiro, del irlandés Neil Jordan (1994); y Del crepúsculo al amanecer , del chicano Robert Rodriguez (1996).

A contracorriente, la lámpara del espectro se extinguió en la Cuba de los 90. Ni  el cine, ni la literatura, se mostraron aptos para congeniar a los vampiros con balseros, hambre, apagones y jineteras. Aquel nefasto crepúsculo de siglo conocido por el eufemismo “Periodo Especial”, se inclinó abrumadoramente hacia una autóctona variante del “realismo sucio”. La rueda de la fortuna se invertía otra vez; y a falta de pan y ventiladores, nadie estaba para complicarse aún más el sueño con pesadillas de chupasangres.

A la vuelta del siglo, mientras La sombra del vampiro (cinta de Elias Merhige) inauguraba el año 2000, desfilaba la saga novelística Crepúsculo de Stephenie Meyer (y sus correspondientes películas), brotaban series vampirescas al por mayor (tipo True Blood, cadena HBO, basada en The Southern Vampire Mysteries, libros de Charlaine Harris; o The Vampire Diaries, cadena CBS, inspirada en las novelas de L. J. Smith); y todos estos productos de la globalizada cultura de masas se infiltraban en la isla por distintas vías (CDs, memorias portables, el nuevo canal Multivisión o el Paquete Semanal), ¿alguna influencia arrastraría consigo este fenómeno hacia el interior de la literatura cubana?

Esa es la pregunta que Isla en rojo anda queriendo responder…

IX. “Existió hace algún tiempo un hombre llamado Jacobo Altman que era cazador de vampiros”. Arranca así “Lo secular”, cuento de Marcial Gala, que es muestra grata de la entrada de aires posmodernos. Paródico, de intertextualidades involucrando a Dostoievski y las hermanas Brontë, con participación de nuevas tecnologías y el universo web, y alusiones a Al Kaeda y otros horrores contemporáneos.

“Los cachorros”, de Yonnier Torres, se adentra en una finca análoga: rico intertexto a base de Vargas Llosa, Bolaño, Tarantino; trazas de neofantástico a lo Cortázar, un escenario nacional que se ilumina de modo oblicuo (un rasgo que se va imprimiendo como sello particular de la narrativa cubana más reciente), y una reinvención personal de lo vampírico, equiparable al “revisionismo” de moda en las asunciones del mito.20

Como en Vampires (Éditions du Seuil, 2011) de Thierry Jonquet, y en otros crossovers genéricos a la carta, “La oportunidad” de Marlen López Mora empieza con cadáver en la calle, investigador policial, análisis forense, hasta que al misterio se le descubren aristas muy “especiales”…

Por su parte, Elaine Vilar Madruga ha compuesto un inspirado cóctel titulado “Van Helsing´s Project” donde se utilizan ingredientes de la ciencia ficción y del ensayo. Donde se hace homenaje-sátira del performance y el arte contemporáneo, y una crítica a los métodos de prevención de salud que aíslan a los infectados. La mezcla se sirve en una data posterior al año 2050; y los artistas-enfermos, of course, poseerán los síntomas del vampiro.

Del otro lado del “espectro” —referido al “luminoso” y en el sentido de la frase hecha, no en el de “muerto ambulante”—, asoma “La choza embrujada”, cuento de raíz costumbrista y ambiente rural. Lázaro Alfonso Díaz Cala dibuja una tragicomedia de equívocos antes que historia de terror, basado en la persistencia del vampiro como creencia o superstición popular.

Otro hematófago más simbólico que auténtico aparece en “Las lecciones del vampiro”. Una invitación a disfrutar del monólogo del profesor divorciado y cuarentón, rendido a una adicción por las Lolitas y su flor menstruante como antídoto para la frustración, es lo que apremia decir sobre el cuento de Miguel Terry Valdespino.

Para el “colorín colorado, este libro se ha acabado”, resta apenas mencionar a “Monstruos en el Abecedario”, de Rafael Grillo. Un pastiche absoluto, la conjunción deliberada de todos los murciélagos que han sido, desde Carmilla y Drácula hasta Batman. Con un revoltijo de circunstancias y personajes ficticios y reales (el alquimista Paracelso, el príncipe Vlad, Le Fanu, la orden Golden Dawn, Oscar Wilde, Coppola et al); y una trama deshilachada entre las letras, de la A a la Z, que lanza el señuelo del humor para motivar a los lectores a tejer el centón. 21

La ambición del autor se extiende hasta alcanzar lo que no intentaron los novísimos de los 90. Porque su relato da cuenta de una mulata a lo Cecilia Valdés, encaprichada con el yuma alojado en su apartamento. Ella no sabe que él es soberano entre vampiros y que ha venido en misión crucial. ¿Podrá en esta Habana caótica del nuevo siglo, tan distinta de su ordenada Europa, cumplir el depredador antiguo su propósito de eliminar a un parigual y cineasta (¿Juan Padrón?), el irresponsable que casi divulgó el secreto cardinal de los no-muertos? ¿Habrá “cazador-cazado” y la chica suculenta logrará llevarse el vampiro al agua?

X. SE RECOMIENDA LEER LA SIGUIENTE NOTA AL LLEGAR AL FINAL DEL LIBRO. SÓLO APTA PARA QUIÉN SE QUEDÓ CON GANAS.

Además de los textos clásicos mencionados, claro está, hay una cantidad grande de libros del tema que valdría la pena fueran conocidos por el lector. Por eso el compilador de Isla en rojo se aventura a recomendarles su “lista de las mejores” (las 10 y 2 de plus), atendiendo al gusto personal y en el orden consecutivo de las fechas de publicación:

1. Soy leyenda, Richard Matheson, 1954. (Los Ángeles post-apocalíptica y la épica del último hombre enfrentado a quienes fueron sus iguales antes que una epidemia bacteriológica vampirizara a la humanidad. Citada siempre por su fusión original de terror y ciencia ficción).

2. El misterio de Salem’s Lot, Stephen King, 1975. (¿Y si el Conde permutara hacia el U.S.A profundo y plantara su ataúd en uno de sus pueblecitos de superficie apacible y corrientes ocultas? Idea como esa sólo podía ocurrírsele al King del Terror. Por esta vez, el criticado ritmo moroso de sus novelas es virtud al potenciar la tensión subyacente. Mejor aún si acceden a la nueva edición —Plaza&Janés, 2007—, ampliada y con soberbias fotos del “lugar de los hechos”).

3. La voz de Drácula, Fred Saberhagen, 1975. (La historia de Drácula vuelta de revés cuando es el propio Conde quien la cuenta. Ahora resulta que el malo es Van Helsing y él inocente de todos los crímenes… ¡Divertídisima!).

4. Entrevista con el vampiro, Anne Rice, 1976. (Punto de partida de esas Crónicas Vampíricas a las que se culpa de la subcultura gótica del presente. Lestat, antiguo y nihilista; Louis, un converso sumergido en crisis moral; Claudia, con la inocencia y crueldad factibles en una niña-vampira; Armand, parisino y líder del decadente aquelarre Théâtre des Vampires. La verdad que nunca tuvo mejor casting de personajes una trama de vampiros).

5. Sueño del Fevre, George R.R. Martin, 1982. (Si parece descabellado combinar a Bram Stoker-Mark Twain- Jack London-Joseph Conrad, el novelista de Juego de tronos demuestra lo contrario. Es 1857 y por el río Mississipi navega el barco de un “Rey Pálido” que, a diferencia de sus congéneres, no quiere hacer de la humanidad su “Rebaño” y crea una pócima contra “la sed roja”…)

6. Drácula desencadenado, Brian W. Aldiss, 1991. (El escritor inglés de la Nueva Ola se inspira en el coterráneo H.G. Wells y su Máquina del Tiempo, para hacer llegar desde otras dimensiones espacio-temporales a los  Voladores. Tendrán que aliarse Bodenland, científico del presente; y Stoker, escritor del pasado victoriano, para salvar a la humanidad de estas inteligentes sanguijuelas).

7. La música de los vampiros, Poppy Z. Brite, 1992 (Lost Souls, en inglés, viene a ser la cara opuesta de la evangelista Crepúsculo. Oscura y lírica, cruce de Kerouac-Ginsberg, onda beatnik en el desencantado fin de siglo. Sus vampiros de Nueva Orleans son los más humanos descritos jamás: no poseen fuerzas sobrenaturales y pueden morir; beben, comen, fornican sin distinción de sexo y hasta se hibridan con la especie humana).

8. Banquete de sangre, Tom Holland, 1996. (Rara vez se alaba una segunda parte más que a su antecesora. Pero aquí se cumple que la secuela supera a El señor de los muertos, con una mayor mezcla de ficción y personajes reales (desfilan Byron, Stoker, Wilde, incluso Jack el Destripador) y emulando con el clásico de clásicos en el montaje de fuentes diversas.

9. Vlad, Carlos Fuentes, 2004 (Tal vez no tan inspirado el mexicano en esta novela como en esa Aura inscrita ya en los anales del mejor fantástico latinoamericano. Pero la que en cierto modo es reescritura de la obra de 1962 —con la sustitución de espectro femenino por vampiro—, enseña todavía encanto de estilo y carga un humor negro que discrepa con el sentimentalismo de la predecesora).

10. Déjame entrar, John Ajvide Lindqvist, 2004. (Como agradable novedad, el sueco enfocó su historia de amistad entre Oskar, de 12 años; y Eli, con apariencia de coetánea pero experiencia vampira de 200 años; en los típicos conflictos del adolescente: acoso de “camaradas”, rendimiento escolar, adultos pedófilos, drogas y males del entorno social, los temores del despertar sexual…) 22

11. Drácula, el no muerto, Dacre Stoker & Ian Holt, 2009. (El sobrino-biznieto y albacea de Bram buscó compinche en la Sociedad Drácula para escribir una secuela basada en las notas que dejara su antecesor. El resultado es esta novela donde Quincey, el hijo de Mina y Jonathan Harker, ha de enfrentarse al Príncipe Oscuro que regresa para cobrar venganza).

12. Los anticuarios, Pablo de Santis, 2010. (Nadie sabía mucho de vampiros en Buenos Aires, Argentina. Nadie esperaba que el estilo de Borges sirviese para escribir una novela de inmortales con ansias hematófagas. Hasta que apareció De Santis; y su personaje Santiago Lebrón, joven periodista, que descubre a unas personas de extraña obsesión por el coleccionismo…)

Ahora dirá el lector que ninguno de estos libros se ha publicado en la isla. Su razón tiene… Pero adelante, ¡a buscarlas! ¿Acaso no se había quedado con sed de sangre?

Julio de 2015

NOTAS

1. Bram Stoker pensó primero titular a su novela El No Muerto, dejando clara la condición de su criatura como distinta a la de un verdadero ser vivo.

2. Este detalle lo aporta José Miguel Sardiñas en el ensayo “El vampirismo en relatos modernistas: Rubén Darío, Clemente Palma y Horacio Quiroga”, de su libro El cuento fantástico en Cuba y otros estudios, Editorial Letras Cubanas, 2010. Sobre Heredia y su traducción del poema alemán se habla en las páginas 161-162 y sus notas al pie 14 y 15.

3. La Encyclopaedia Britannica de 1888 aclara que la creencia en vampiros “prevalece sobre todo en países eslavos como Rusia (especialmente la Rusia Blanca y Ucrania), Polonia y Serbia, así como entre los checos de Bohemia y otras etnias eslavas de Austria” y “llegó a ser predominante de modo especial en Hungría entre 1730 y 1735 y, como consecuencia, por toda Europa circularon noticias acerca de las hazañas de los vampiros. Se escribieron varios tratados sobre el tema, entre los cuales cabe mencionar De masticatione mortuorum in tumulis, de Ranft (1734) y Dissertation on the Vampires of Hungary, de Calmet (1751)”. En su prestigiosa L’Encyclopédie, de 1751, los ilustrados Diderot y D’Alembert introdujeron una definición del vampyre (palabra francesa) que dejaba asentado su rechazo a una superstición absurda para un Siglo de las Luces. De acuerdo a la enciclopedia virtual Wikipedia, la voz “vampiro” se integró desde 1843 al Diccionario de la Real Academia Española; y en el Diccionario Oxford se data la aparición de su homóloga inglesa (vampire) en un diario de viajes de 1734. Sobre la precedente voz eslava wampir se presume el origen bajo la forma rusa Упирь (upir), plasmada ya en un documento del año 6555 (del calendario bizantino o 1047 D.C). Y si bien la tradición europea fue quien terminó dando forma al mito literario, hay seres de linaje demoniaco y costumbres afines pululando por la mitología de casi todas las culturas desde épocas remotas; reconocibles bajo el hábito de los utukku sumerios, los jiang shi de China, la diosa Sejmet del Antiguo Egipto, el ghul de un relato árabe de Las mil y una noches, en la judaica Lilith, primera mujer de Adán; en las lamias de Grecia y los vetala de la India. También fueron comunes en las culturas indoamericanas bajo el ropaje del piuchén de los mapuches, los jencham de los pueblos amazónicos o el camazot del Popol Vuh, libro de los mayas.

4. Para esta recapitulación fue útil El vampiro, publicado en Cuba por Gente Nueva, 2013, con selección, prólogo y notas de Maikel Reyes Leyva; y además la compilación de Rosa Samper y Óscar Sáenz titulada Vampiros, salida en 2011 con el sello Mondadori de España.

5. Existe una edición cubana debida a Ediciones Huracán, 1997. Pero hay un fascinante Drácula anotado, sacado por la madrileña editorial Akal (2012), con introducción del escritor Neil Gaiman, y prefacio y notas de Leslie S. Klinger, erudito máximo del tema, que tributan una cronología de los hechos de la novela, explicaciones sobre la vida del autor y el mundo victoriano que sirve de contexto, junto a abundante material visual y, lo más novedoso, una inquietante reinterpretación que extraería a Drácula de lo fantástico para injertarlo en la realidad, apoyada en los “Papeles de Harker”, apuntes de un personaje real que Bram Stoker habría reelaborado en su ficción.

6. Y se proyecta otra secuela: Isla en rosa, con historias de romance; hasta dejar conformada una Trilogía exploratoria sobre la literatura de género en la cuentística cubana de comienzos del XXI.

7. Ver “Diez negritos apuntes desde la isla”, prólogo del mencionado volumen de 2014 (pág. 9).

8. En su versión más común, el mito plantea que el vampiro necesita una invitación a dejarle pasar.

9. Sobre los vínculos vampirismo-modernismo ahonda el ensayo de José Miguel Sardiñas citado en la Nota 2.

10. Padecimiento atribuido a anomalías hereditarias; ha brindado alguna explicación científica del origen de la leyenda puesto que los aquejados de “porfiria eritropoyética congénita” o enfermedad de Günther comparten con el vampiro signos tales como: fotosensibilidad, intolerancia al ajo, disturbios mentales, palidez extrema y ansias de sangre (por causa de la anemia). También la Psiquiatría ha ofrecido explicaciones mediante el “vampirismo mental”, asociado a trastornos de la personalidad como el Síndrome de Renfield.

11. Mención a “Las metamorfosis del vampiro en relatos hispanoamericanos (Siglo XX)”, otro ensayo del autor, y correspondiente también al libro mencionado en las Notas 2 y 9.

12. Por sus fechas de publicación, los dos últimos de esa lista pudieron formar parte de Isla en rojo. Pero la exclusión del cuento de Díaz Llanillo se justifica porque: 1) en realidad fue escrito durante la década anterior, la de la “crisis del papel” que limitaba las impresiones de libros; 2) la asunción del tema vampírico luce un tanto traída por los pelos y el suceso descrito encaja mejor en la fabulación sobre prácticas del culto afrocubano. En tanto, el relato de Picart sería apartado por razones del todo ajenas a la voluntad del compilador. Asimismo, “El polaco” de Rubén Rodríguez, publicado en 2007 por la revista El Cuentero, no entró porque su descubrimiento ocurrió tardíamente, con la selección ya hecha y en trámite editorial.

13. Sardiñas otra vez, y el libro de marras, sirven a propósito de esta afirmación. Ver otros ensayos del volumen, como “La alteridad en el cuento fantástico cubano (decenios de 1960 a 1980)”, pág. 61-79; o en “Dobles en la narración fantástica cubana”, pág. 95-119.

14. La saga básica consta de seis películas, cuya entrega primera fue El horror de Drácula (1958); y la última, Las cicatrices de Drácula (1970). Se repetiría en ellas que el inefable Christopher Lee (1922-2015) saliera tan sólo en los minutos finales como encarnación del Conde; y el que un delgadísimo Peter Cushing (1913-1994), mejor recordado por sus roles de Sherlock Holmes, tomara aquí la piel de Van Helsing, rival del maligno. Curiosamente, el dueto Holmes-Drácula es también el Uno-Dos en la lista de personajes más revisitados en la historia del cine.

15. Escritor cubano nacido en Jagüey Grande, 1926. Representante del grupo literario fundado por José Lezama Lima, al que dedicó el ensayo Los años de Orígenes (1979). En 1952 recibió un premio literario por Espirales del Cuje. Salió de Cuba en los 60 y se radicó en los Estados  Unidos. Publicó poesía, cuentos, dos novelas y el libro de memorias titulado El oficio de perder (2004). No mueras sin laberinto, una antología suya, fue publicada en Argentina, 2005. En 2012 falleció en Miami, ciudad que nombraba en sus obras como Playa Albina.

16. Afirmación del propio Sardiñas en el ensayo “El cuento fantástico cubano entre dos siglos (XX-XXI)”, pág. 80 del libro anteriormente citado.

17. Para ampliar en las circunstancias epocales que condujeron a la inversión de las suertes entre el fantástico y el policial, revisar: “Literatura Fantástica y Revolución: notas para un estudio”, de Jorge Fornet, revista Extramuros, La Habana, No. 7 de 2001, pág 36-39. Sobre este período se abunda también en el ya citado prólogo de Isla en negro.

18. Cito a Maikel Reyes Leyva, discípulo “vampirólogo”, y el artículo que publicara en su blog Una luz toda la noche con el título “¡Vampiros! ¿En Cuba?” (http://una-luz-toda-la-noche.blogspot.com/2009/03/vampiros-en-cuba.html)

19. Daína Chaviano (La Habana, 1957), debutó con un premio David por Los mundos que amo (1980). Fundó el taller literario Oscar Hurtado, primero de ciencia ficción en la isla. A partir de 1991 se establece en Estados Unidos. Recibió en 1998 el Premio Azorín de Novela por El hombre, la hembra y el hambre. Su novela de 2007, La isla de los amores infinitos, salida en 26 idiomas, es la novela cubana más traducida de todos los tiempos. Antonio Orlando Rodríguez (Ciego de Ávila, 1956) se dio a conocer como autor de literatura infantil hasta Strip-tease (1985), su primer libro de cuentos para adultos, al que sigue Querido Drácula. Vivió en Costa Rica (1991 a 1998), antes de radicarse en Miami. De 2002 es su novela Aprendices de brujo, y alcanzó la consagración con Chiquita, premio Alfaguara de Novela 2008.

20. El experto francés Jacques Finné destaca tres tendencias evolutivas: una “clásica” y aferrada todavía  a su Biblia: el Drácula de Stoker; otra “paródica”; y una tercera de investigación o indagación, “en la cual los escritores tratan de rivalizar en originalidad para resucitar un tema antiguo” (La littérature fantastique. Essai sur l′organisation surnaturelle, Bruselas, 1980). “Los cachorros” es ejemplo de la última.

21. Centón. (Del lat. cento, -ōnis). m. Manta hecha de gran número de piezas pequeñas de paño o tela de diversos colores. || 2. Manta grosera con que antiguamente se cubrían las máquinas militares. || 3. Obra literaria, en verso o prosa, compuesta enteramente, o en la mayor parte, de sentencias y expresiones ajenas. (Microsoft® Encarta® 2009)

22. La novela saltó al cine en 2008 con exitosa versión oriunda: Låt den rätte komma in, dirigida por Tomas Alfredson. Y enseguida, en 2010, Hollywood coló su remake. Lo raro en esta historia es que Let me In, dirigida por Matt Reaves, se deja ver; y permitió descubrir a Chloe Moretz y Kodi Smit-McPhee, un par de actores con futuro. Por cierto, Hammer Productions, la misma del famoso ciclo de Drácula, intervino en la realización.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.