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Del Pathos al Marketing en la gran Quivira

Escritor cubano Rafael de Águila

Marco un axioma: las coincidencias existen. La suerte (buena o mala), no.

Si este apotegma no define una verdad universal, al menos lo atesoro como estigma personal.

De ella me sostengo para citar un fragmento ad hoc de una reciente entrevista que la revista colombiana Arcadia le hiciera al escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño —colombiano él también, aunque justifica su anatomía en México desde hace 38 años— por su obra, aún inédita, Formas de luz, ganadora del Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero 2017. A mitad del interrogatorio, le cuestionan al autor, ¿cuáles son las principales diferencias y similitudes en los ambientes culturales de México y Colombia? Y responde Aguilera Garramuño: “No me parece que haya diferencias en cuanto a mezquindades, envidias, competencias, grupos de poder, empoderamiento de mediocres que logran espacios editoriales importantes”.

De esa entrevista me traslado a otra, publicada en La Jiribilla, desconozco la fecha exacta de su publicación, breve inexactitud que resulta irreverente para el tema a tratar. La firma Ahmel Echevarría y la sostiene Rafael de Águila. ¿La causa? Otro libro. Esta vez de cuentos, Todas las patas en el aire. Y, por supuesto, otro premio. El Casa de las Américas 2018.

El toma y daca entre entrevistado y entrevistador me parece, en lo personal, bien estructurado. El texto discurre, dinámico, esclarecedor, provocador a veces, interesante siempre, y la fortuna de no contar con limitantes de espacio —condición favorecedora en el ámbito virtual— ayuda a que De Águila desembuche cuanto desea y requiere. Facultad que agradece, no sólo él, como artista a quien se cuestiona, sino el lector, destino final de sus argumentaciones.

Hasta ahí, todo normal. El texto se disfruta y sacia esa escurridiza curiosidad que las personas sienten, de manera tan rápida como efímera, por los semejantes que, de un modo u otro, han degustado las mieles del éxito. Y no pasaría de ser una buena entrevista —que, imagino, es lo mínimo que esperaban Echevarría y De Águila— de no ser por la cita explícita que en ella se hace de otro texto, publicado, nada más y nada menos, que hace 20 años en el Caimán Barbudo.

Se trata de “Pathos o Marketing”. Es decir, una especie de caja china, aunque prefiero el término matrioshka, porque no todos tienen porqué haber leído Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa, ni haber formado parte del Centro de Creación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde se menciona la primera acepción, mas, al menos en Cuba, difícilmente alguien desconozca esas muñequitas que esconden o engullen a otra semejante una y otra vez y una y otra vez y que, en el caso de De Águila, la última de ellas, la más pequeña, devino aparente causal de sus sinsabores. El caos, lo define él. Si bien Aguilera Garramuño hubiera preferido usar los términos de mezquindades y envidias pues, el mundillo intelectual(oide) no respeta fronteras políticas y se extiende sobre Colombia, México, Cuba como sobre El Dorado, Cíbola, la gran Quivira, la Isla de La Mano de Satanás y la de los Bienaventurados.

La realidad es que la mención de “Pathos o Marketing” le costó a De Águila ser blanco de más de una agresión, exabrupto y, para decirlo de la manera más clara, mala leche. La red se inundó de ataques verbales, la mayoría sin un basamento bien fundamentado, pero con toda la alquimia que se requiere para joderle el día a cualquiera. Algunos, tan subiditos de tono —referencio, por ejemplo, al usuario Ariel Baltodano, desconozco si es el dueño de este nombre o alguien malintencionado lo hizo suyo— que fueron retirados de la propia Jiribilla, y que, lo menos que planteaba, era el comprometimiento previo del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar. “Eso sí, no leeré tu premio de Casa de las Américas, apuesto que conozco esos cuentecitos, ah y el Cortázar, ese premio, Cortázar… por favor. Pero bueno, así es la mafia, [Marilyn] Bobes apostó por ti, mañana te toca apostar por ella”, asegura Baltodano. Declaración, esta última, muy delicada y que, lógicamente, enfureció al autor de Todas las patas en el aire.

Al principio, lo confieso, no alcanzaba a discernir las razones de tanto alboroto. Hoy comprendo que jamás lo hubiera descubierto. Imposible cuando buscaba en el lugar equivocado. Caer en el juego de los ataques virtuales es ingresar a un laberinto sin salida. Para empezar, Internet se ha convertido en sinónimo de anonimato donde todos se consideran muy valientes y basta asomarse en una lista de discusión, sin importar el tema, para que se comience debatiendo la necesidad o intrascendencia de votar en las próximas elecciones y se termine mentándole la madre a un desconocido porque no le gusta el sabor del chocolate.

Sin embargo, un dato espeluznante —a mí se me antoja risible— es que alguien se tomó la molestia de avisarle a Amir Valle sobre un supuesto ataque hacia su persona con el texto “Pathos o Marketing” que, no lo olvidemos, vio la luz en 1998 y el propio Amir Valle ayudó a depurar. Si esto no parece tema de telenovela latinoamericana barata, entonces nada lo es. Basta una aclaración para comprender el grado de ridiculez de esta acción:cualquiera que conozca a Amir Valle, sabe de sobra que Amir es amigo de todo el mundo, aunque todo el mundo no sea amigo de Amir. No lo imagino indignado por ningún texto crítico, aun si lo atacara, siempre que se adhiera a un matiz artístico analítico.

Como sea, duele comprobar los esfuerzos de Rafael de Águila por aclarar este entuerto que él ni siquiera creó. “La polisemia y la distancia temporal pueden, de la mano, llevarnos a los peores resultados”, asegura en una reciente publicación suya en redes sociales. Y estoy de acuerdo con él, pero en este caso, no creo que justifique los altercados.

Buscar en “Pathos o Marketing” el origen de tanto embrollo no lleva a nada. Tuve que releer el texto para entenderlo. ¿Se trata de un artículo polémico? Sí. Pero los ha habido mucho peores. Su tema no ha perdido vigencia, es importante reconocerlo. De hecho, curiosamente, otra vez en La Jiribilla, se discute algo similar —pero desde la perspectiva contraria— por los nuevos derroteros que Descemer Bueno ha escogido para imponer su música en el mercado. Entonces, ¿por qué la mala leche hoy? Posiblemente porque en 1998 el texto no venía firmado por alguien que ya fue acreedor de los premios Alejo Carpentier,La Gaceta de Cuba, Julio Cortázar y, ahora, para más inri, el Casa de las Américas.

No importa el estrato en donde triunfes. El número de enemigos es directamente proporcional al número de lauros. Y dentro del universo farándulo-cultural esta relación ha sido harto probada. Alguien —que increíblemente me pidió permanecer en el anonimato y a su solicitud me atengo— me dijo que el Premio Casa de las Américas le había traído mala suerte a Rafael de Águila. Y le respondí que no. Que la suerte no existe, ni buena ni mala. Y en este caso no hay lugar ni para la coincidencia. Rafael de Águila no pierde nada con estas reacciones absurdas —si acaso, los estribos y, confío, que temporalmente—. Es más, le han regalado publicidad gratis. En todo caso, resulta una lástima que nuestro país vuelva a servir de escenario para la ridiculez y el patetismo que es inherente a personas de minúscula estatura moral e intelectual y que la excelente entrevista elaborada por Ahmel, desde un ángulo más sentimental que práctico, se viera velada por esta circunstancia. Quizás pocos conozcan que ya había tenido lugar otra entrevista previa a Rafael de Águila, publicada en México, en la edición 581 de la revista Espacio 4, a raíz del mismo premio. No hubo ataques ni hinchazones venáticas virtuales. Si acaso un par de llamadas para preguntar dónde conseguir el libro Todas las patas en el aire. Sin duda, la consecuencia que todo escritor desea. Ganar lectores, no generar envidias.

Aun así, no debemos perder la perspectiva. Lo ocurrido con Rafael de Águila no tiene nada que ver con la verdadera literatura, sino con su entorno —esta gran Quivira que habitamos y, de vez en cuando, nos pone en evidencia—. Es el derecho al pataleo de los frustrados, que buscan reflectores y ni soga tienen para llamarse ahorcados.

4 marzo 2018

Edgar London. La Habana, 1975. Narrador y periodista

Ha publicado los libros de cuento: El nieto del lobo (Ediciones Ávila, 2000); (Pen)últimas palabras (Editorial Extramuros, 2002) y A escondidas de la memoria (Editorial Oriente, 2008). Durante su trayectoria intelectual ha recibido, entre otros, el Premio Nacional Frónesis de Narrativa, Cuba, 1997; el Premio Nacional Eliseo Diego de Narrativa, Cuba, 1998; el Premio Nacional 13 de Marzo de Narrativa, Cuba, 1998; el Premio Nacional de Cuento Criaturas de la Noche, México, 2007 y el Premio Internacional de Ensayo Agustín de Espinoza, México, 2008. Además, obtuvo una Mención en el Concurso Literario Internacional Casa de Teatro, República Dominicana, 2006. Actualmente reside en México, donde se desempeña como profesor en varias universidades y como columnista del periódico 10 Minutos.