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De Bogotá 39 a La Habana de 2012

ENTRANCE

Karla Suárez tiene una relación tan profunda con Julio Cortázar que en cuanto llega a una ciudad nueva (ha visitado varias) busca sus libros en las librerías y los colecciona y en la pared de su cuarto conserva la nota que el argentino escribió para otra persona cuyo nombre no interesa porque Karla cercenó de un tijeretazo media página y desde entonces la dedicatoria es toda suya.

Karla Suárez escucha música cubana (con el volumen bajo) sin importar el país donde se encuentre (ha residido en varios) y bebe un trago de ron en el atardecer con Habana Abierta de fondo y se cura (o se intoxica) de nostalgias para no perder la costumbre (he leído que si no se hacen tales cosas cuando se está fuera de Cuba se corre el riesgo de perder la identidad y una escritora del tercer mundo que vive en el primero no puede tolerar que eso ocurra).

Karla Suárez no ha venido a la Isla durante cuatro años y su pronunciación de habanera culta sin dejo lusitano indica que no ha caído en la trampa sutil de los acentos (al respecto leer el cuento de igual título publicado por Carlos Manuel Álvarez en El Caimán Barbudo No. 367).

Karla Suárez desde Silencios se mantuvo en silencio para nuestros medios culturales (si nuestros medios culturales no son en definitiva silenciosos) pero resulta obvio que ha dejado atrás la época de Bogotá 39 y de aquella su primera novela que le valió el Premio Lengua de Trapo y que inspirara una reseña a Rafael Grillo luego de acudir él y yo al Palacio del Segundo Cabo para el lanzamiento del libro en territorio patrio.

Karla Suárez escribió con letra estilo Comic Sans MS en mi ejemplar Para Leo con todo mi cariño (puedo demostrarlo mediante la exhibición pública del volumen autografiado el 23 de julio de 2008) aunque se sobreentiende que la misma Karla se declare incapaz de certificarlo.

Karla Suárez ha vuelto a escribir cuentos (parece que dejó de hacerlo durante un periodo) y los ha reunido además en una Carroza para actores puesta en marcha por Ediciones UNIÓN para que los amigos (y otros que no lo son) se lleguen hasta el Centro Cultural Habana (oigan como se llama la librería de San Rafael y Galiano) donde Sergio Cevedo y su Establishment darán la bienvenida a ambos (Karla y el libro).

Karla Suárez sube después a la carroza para ejecutar un saludable striptease y desnudarse literaria (no literalmente) hablando y cuando ya no puedo encontrar un ángulo novedoso para sacar fotografías me percato de que las vendedoras al fondo del salón se marchan (imagino que se agotaron los libros y respiro aliviado porque así no tendré que justificarme y confesar que de todas formas yo no tenía dinero para comprarlo) y entre los presentes todavía alguno hace las mismas preguntas en torno a los concursos que pagan miles de euros (en Europa por supuesto) y aprovechan para deplorar que las grandes editoriales españolas apuesten por el bestseller en escala ascendente en tanto la literatura de verdad (¿cuál literatura de verdad?) se va directo al carajo.

ENTERTAINMENT

En esta parte yo debía reseñar (al menos someramente) Carroza para actores, el libro de cuentos que Karla Suárez acaba de publicar en Cuba (editado antes en Colombia por el Grupo Editorial Norma en 2001) y que agrupa una docena de sus narraciones breves. No puedo hacerlo.

Ciertos reseñistas (mejor entrenados que yo) recomiendan actuar con cautela en casos como este. Es decir, si uno aspira a que lo respeten como crítico literario (ya no como periodista, porque los periodistas no merecemos tanto respeto) bajo ninguna circunstancia se debe admitir no haber leído algo o no conocer en profundidad la vida, obra y milagros de un escritor determinado (si alguno de los lectores de Isliada.com tiene intenciones de convertirse en crítico o algo por el estilo, tome nota). Decir simplemente no lo sé, no he leído, no conozco, es un pecado capital que te conduce a un foso de abismal hondura en el más horrible círculo del infierno intelectual criollo.

A falta de criterio propio —sin embargo— siempre queda el recurso de echar mano al juicio ajeno y, aunque me tenga prometido opinar al respecto (solo falta que mi presupuesto de supervivencia mensual lo permita), puedan las palabras de otra escritora (Yannis Lobaina en El Caimán Barbudo No. 367), suplir el déficit informativo e invitar a los lectores cubanos a una incursión por la Carroza… de Karla.

EXIT

Quienes disponen de quince pesos moneda nacional (lo digo sin amargura) pueden materializar el sueño de sentirse actores y trepar también a la carroza. Karla Suárez proporciona sin ninguna objeción las firmas (quiero creer que con la misma tipografía sans serif de hace cuatro años), a la vez que sonríe. No deja de llamar mi atención ese detalle nimio: Karla sonríe, y lo peor, no parece tener dificultades para conseguirlo (puede comprobarse en las fotos que elegí para ilustrar este trabajo).

Eso no es todo: la saludé (en realidad le tendí la mano, sensibilizado con la propaganda televisiva alrededor del virus AH1N1) y me sonrió como si nada. Le hablé de las fotografías (tomé varias) y no le pareció sospechoso. Digo más: le propuse hacer una entrevista (sin aclarar para qué medio de prensa) y aceptó sin remilgos. Fue muy extraño.

Abajo, en el boulevard de San Rafael, había un desfile de actores (no se lo dije a Karla). Cuando me iba a casa varios de ellos me siguieron con la vista, hasta que doblé la esquina. Todavía están allí, varados, dispuestos a embarcarse en la primera carroza que aparezca y los adelante un trecho…

Libros

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