Poesía

Danay es un espejo detrás del escenario

Foto por Camille Brodard en Unsplash

I

Encuentro una flecha que designa afinidades
Un premonitorio velamen buscando caminos
Y ese ardor donde no hay silencios.
Pacífico designio mío
Última ciudad desde donde partir
hacia el chorro de historia
palpitante que ennoblece.
Hoy quería enlucir la sombra delicada
esparciendo palabras y trincheras
balas para traficar por distancias
las innombrables horas de agua que nos separan.
Pero no somos tan fugaces
como para desaparecer cuerpo adentro
en las infinitas brújulas.
Hay gaviotas
ay gaviotas
ahí gaviotas.
Yo la presiento
en mi fiesta de sílabas
la acaricio en el escándalo de sus caderas
clausurando mi vacío
mis señales de espacios sin orden ni pan
mi diluvio de yoes
que en redes de espasmos
se entretejen.

II

El tiempo es una inspiración de la paciencia
Un recurso indómito del viento
Y un proscenio de ansiedades que palpitan.
Tu rostro es resonancia de la probidad
Mi rastro un pretexto del solsticio para habitar en tu espalda
Un indicio que interpela
los límites de preguntas y repuestas
en este enjambre de murmullos
que se debaten con su perfil sosegado y múltiple.
Danay teje mi costado con su intimidad.
Un relámpago es el argumento de los labios
Se apaga el tiempo
Es su momento.
Un grito sin final parte hacia la espesura.
Nuestro río trae murmullo
Sed
grito
Fuga
apetito de mirarte.

III

El pájaro del amanecer viaja sin cesar
Del misterio de tus resplandores
a mi tormenta de nada y ansiedades
que mastica almendras exhala silencios
mientras espero
el estertor de tus letras
la fluidez del insomnio
cetrerías del nosotros
en una suma anunciadora
de voces que alcanzan
allá
el siempre
el verbo púdico con que te asalto
hasta el abismo
donde no hay respuestas
salvo la humedad voraz
sin escala
que escala.
Alas del naciente
me crecen
mis nudos gimen
destilan islas
¿ya se siente temblar el pájaro en mano terrenal?

IV

Señora
en este camino de aguas
un atardecer me absorbe
en el recodo de un verso.
Me apareces
con la avidez de la mirada
ah… mirada contra la nada
en la que me pierdo
—o me encuentro—
en un silencio que proscribe
inútiles estériles apostasías
de pánicos inconsolables
y jeroglíficos de dudas.
Señora
el tiempo se me antoja un disparate
que salmodia el status quo
al que estoy ensillado
intrascendentemente.
Le advierto:
Soy de los que no sabe hacer el amor
¿acaso no es el amor quien nos descubre?
Soy testarudo y obstinado como una cabra
¿no le parece más lícito como un hambre?
Soy un melancólico empantanado
en las trampas de la percepción extrasensorial
¿hay espaldas para sostener paradojas?

Soy un sin embargo del silencio
Pero, ¿no es el silencio lo que antecede y excede?
Soy una extraña e inconsolable intensidad
de incertidumbres.
¿Seré umbral de mi propio temblor?
Soy el alma escarpada del regreso votivo y pertinaz
¿Existe el retorno en el desnudo corazón del futuro?
Soy un mendigo de versos
aglutinados con jugo de vulva
¿Tiene sed la palabra testigo?
Soy un sudario con la codicia por el poema
¿Puede sentirse redentor el no silencio?
Señora
a partir de ahora no dude
está usted prevenida.

V

Un pez un ave
le han nacido
a la frescura de noviembre
al temblor en ráfaga
rutilar de tus apetitos.
El signo exaltado de mi asombro
expande tus sustancia
—raptos de miel—
a golpe de espejo de agua
y vientos que condensan
las palabras
délficas
raudas
que nos inundan.
Siento un peso
aunque invadido por la verdad
razono sus rutas que ambicioné negar.
Decía que es un peso en la silla turca
con sus telúricas resonancias
tan caras a mi sufragio
que me precipitan al verso subcutáneo
con una hurgadora delirante
mirada a la mirada
caos trepidante del insomnio
que inventa ese diálogo escuchado por los cuerpos
y esa voz suicida
que salta hasta tus humedades
ahogando con la tuya mi sed de adentro.

VI

Dónde salvar la piel
si no somos rehenes
del caos de un abrazo.
Dónde esconder la mordedura
fulgurante.
En qué asombros poner la vela
de un aliento amanecido
si tu nombre y mi tacto
son la tregua de la brasa.
Qué garganta escancia
el pálpito el enigma
que apuesta la sed
toda
en ese encender la madrugada
por el cerrojo eterno
en que aparece el día.
Cómo desnudar el grito si se apresura
en él
tu mirada adonde voy a esconderme.
Por qué el rescoldo y el temblor me penitencian.
Por qué reflejo y resplandor
mi río abruman.
Por qué en tu grupa
mi realidad
se va de viaje de fugas
a distancias y paisajes
alas derramadas.
Cuál vocablo
señora
para un hombre con hambre que pregunta
con sus ojos vertidos en su fragua.
Cuánto silencio navegar
en el umbral de tu almendra
la de impecable linaje
la que acalla mi búsqueda
hacia la punzante jornada
de tu oleaje.

A qué tanta pregunta
Señora.
Si los rasgos de tu apetencia
configuran los trazos
los trozos
de mi memoria.

VII

Usted me crece.
Maestra.
En la ansiedad de vida
cimentada
en la partida que le ganamos
al naufragio
y en la humedad piromántica
de nuestras tintas.
Me crece usted.
Maestra.
Ese incremento me hace pensar
en abril como en esa lluvia
que se asienta en noviembre
rompiendo espumas embriagadoras
en el delirio amantísimo de una mujer
mujer-hija
mujer-madre
mujer-ser
mejor-Ser.
Voces urgentes que incitan
mi silencio de aprendiz de tu cartografía
que corre por mis calles
aguacero de ciudad y paisajes
donde los escombros
se hacen polvo
poblado de amaneceres
y un leve trazo
dibuja tu nombre
en la distancia del verso.
Me crece usted.
Danay.

Racso Morejón. (La Habana, 1965)

Carpintero, poeta y promotor cultural. Aparece incluido en la antología Rapsodias, selección de poesía contemporánea, Montevideo-2006-Brasilia, Editores Bianchi del Movimiento Cultural aBrace que organiza el Festival de Poesía de Montevideo, Uruguay y en El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas plásticos cubanos, editado por Diana Ediciones, edición bilingüe sin fin lucrativo. Poemas suyos han sido publicados en las revistas El Caimán Barbudo y Educación. Colabora con reseñas literarias para publicaciones seriadas como Cubaliteraria, Esquife y El Caimán Barbudo.