Ensayo

Cuerpos desnudos, la carne prohibida y el reflejo espiritual en la carne del espejo (o a modo de prólogo)

Nos acusaron de pornógrafos. Guillermo Vidal, Alberto Garrido, Jesús David Curbelo y Amir Valle eran empedernidos pornógrafos, aprendices de escritores que, para epatar a los lectores, metían escenas de sexo descarnado en sus cuentos. Eso dijeron. No hubo un evento literario de esos años 80s e inicios de los 90s en los que no se nos lanzaran etiquetas: éramos pornógrafos algunos y, todos, hacíamos periodismo, no literatura (los conflictos de la realidad cotidiana, aseguraban, para convertirse en literatura debían ser decantados por el tiempo… o lo que es lo mismo, para escribir de la dura realidad social que vivíamos, debíamos esperar a que pasaran los años) … eran las dos etiquetas más recurridas. Los críticos, curiosamente miembros destacados de las dos generaciones que nos antecedían, se ensañaron, como en un alarido crítico consensuado en las oficinas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que organizaba aquellos eventos, y arremetieron contra nosotros. Lo que año después se convirtió casi en moda literaria, en esos años era considerado un escarnio a la gran literatura. 

Nunca oímos que reconocieran que hasta esos mediados de los años 80 toda insinuación de sexo en nuestras letras era considerada escándalo. De Hombres sin mujer, por sólo poner un ejemplo, no era tan escandalosa la violencia y la brutalidad humana contaminando todo el ámbito humano y racional de la existencia de aquellos hombres encerrados en prisión, como lo explícito de la violencia homosexual. El famoso capítulo 8 de Paradiso, de José Lezama Lima, era leído en los conciliábulos más secretos y fue el morbo de lo prohibido el que produjo el milagro mayor: miles de lectores, habituales o neófitos, que no soportaban leer, o no podían entrarles a los códigos lezamianos en esa novela, sí leyeron con avidez rebelde ese capítulo porque, en buen cubano, “era bien calentico”. Lezama, de ese modo, convertido en nuestro pornógrafo líder, en nuestro Sumo Sacerdote de lo Porno.

Cuando David Martínez Balsa y Milho Montenegro me propusieron la idea de una compilación cuentística sobre la diversidad en que el género ha reflejado ese matiz tan esencial de nuestra humanidad que son la sexualidad en sus aspectos espirituales y carnales, sonreí recordando esos años, aquellas etiquetas, y el gozo casi orgásmico cuando veíamos a ciertos críticos reconocer la persistencia en el tiempo de esos “pininos literarios cuasi pornográficos”, que así se refirieron algunos a nuestras obras. Martínez Balsa y Montenegro, sin saberlo, ponían en mis manos la llave memoriosa de revisitar sucesos que, para no reconocer sus errores, la crítica consagradora de lo “válido literario” (que curiosamente sigue estando en casi las mismas manos de entonces) ha intentado borrar, e incluso negar. En nuestro caso, los tildados de pornógrafos, nos daba igual, e incluso disfrutamos de aquella etiqueta, porque ―otra vez gracias al morbo de lo prohibido― nos convertimos en los autores más leídos de nuestra generación y nuestras lecturas o, poco después, las presentaciones de nuestros libros eran multitudinarias en tiempos en que Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez1 y Daniel Chavarría no se habían convertido todavía en fenómenos de popularidad.

Martínez Balsa y Montenegro, dos escritores a quienes respeto por la excelencia de sus obras (he publicado de ellos ya tres libros: Escenarios y Visita al cuarto oscuro, novela y cuentos del primero, y Corazón de pájaro, novela del segundo) se lanzan en este libro a demostrar que gran parte de los escritores cubanos vencieron el reto que, también los críticos, impusieron ante la avalancha de sexo que plagó las páginas de escritores de todas las generaciones que han confluido en el escenario literario de la isla en las últimas tres décadas: sin cruzar la delgadísima línea de lo pornográfico plasmar la promiscuidad sexual que se había injertado en la vida del cubano de a pie, hasta convertirse en un fenómeno social que variaría casi de modo absoluto algunas costumbres sociales históricas e incluso el lenguaje popular.

Esa liberación sexual ―algunas miradas conservadoras, otra vez esgrimieron una etiqueta intentando avisar del supuesto peligro que aquella tendencia social representaba: libertinaje― ocurrió en todos los ámbitos de la vida social donde se manifiesta la interrelación sexual: en la célula tradicional del matrimonio; en las relaciones casuales entre ciudadanos, colegas de trabajo, compañeros de estudio, amigos; en el comercio sexual (prostitución histórica, jineterismo femenino o masculino), y en la emergente escena de las hasta entonces llamadas por el discurso “científico” y político “minorías no heterosexuales”, que aprovechaban el nuevo espacio de realización humana creado por las todavía limitadas (hasta hoy) permisibilidades de una sociedad predominantemente “revolucionaria” y machista.

Era un fenómeno sin precedentes en la sociedad cubana. Quienes fuimos adolescentes en los años 70 y 80 recordamos los escándalos que significaron la publicación de libros de educación sexual que se convirtieron en auténticos bestseller como El hombre y la mujer en la intimidad o Piensas ya en el amor, a propuesta de la sexóloga alemana Monika Krause, y los programas de televisión sobre temas de sexualidad humana que compartía Monika con el profesor Celestino Álvarez Lajonchere, autor de otro bestseller sobre el tema: El embarazo en la adolescencia… Como dato curioso de aquellos “escándalos” todos recuerdan los programas de Tele Rebelde en los que la alemana utilizaba sus dedos para explicarles a los televidentes cómo ponerle un condón a un pene o cómo una joven debía introducirse un DIU (dispositivo intrauterino) en la vagina. Como la propia Monika revela en sus memorias: Cuba: mi infierno y mi paraíso (publicadas también en Ilíada Ediciones, en 2020), hablarles de aquel modo a los cubanos sobre un tema entonces considerado tabú fue una batalla exitosa hasta el punto exacto donde no se rompían con violencia algunos límites impuestos por la ideología “revolucionaria”. En todos los casos, esos triunfos parciales debieron mucho a su cercanía laboral con Vilma Espín, pero siempre tuvo la resistencia de la élite de “machos alfas” de la Revolución Cubana.   

Las piezas narrativas reunidas en Los extraños paraísos. Cuentos cubanos de eróticas divergentes tienen un sello que los unifica: el sexo aquí es arte en tanto no es acto burdo del deseo irracional del animal que somos los seres humanos, sino manifestación de la racionalidad humana, eso sí, en muchos de sus matices, luminosos y oscuros: la comunicación espiritual, la dominación del otro, la comunión carnal, la venganza o el desquite por amor o desamor, la demostración de cuan libres o desprejuiciados somos, la teatralización de nuestras imperfecciones mediante la liberación sexual de nuestra bestia interior, la complicidad ante determinadas circunstancias… En simples palabras, no se trata solo de cuerpos desnudos, de pasiones y deseos prohibidos, sino también de ese modo en que cada uno de nosotros es liberado en esa intimidad única y particular donde espiritualmente “desnudamos” ante el espejo de nuestro yo más íntimo nuestros miedos, esperanzas, frustraciones, sueños…, en resumen, nuestra más compleja y verdadera humanidad. Matices propios del comportamiento humano que, entonces, confieren a estas historias, aun cuando los escenarios puedan ser muy cubanos o, en algunos casos, territorios de la fantasía, esa universalidad que tipifican a las más genuinas obras literarias.

Una de las virtudes de esta selección es que, más allá de las trayectorias, el reconocimiento nacional o internacional, o la madurez literaria de los autores aquí reunidos, es indiscutible la calidad de estas sensuales, sexuales y, más que nada, polémicas historias. Porque justo esa mirada irreverente, rebelde, libertina (ahora sí puede asumirse ese término en su más rotunda naturaleza, sin que ello sea despectivo sino enriquecedor) es lo que hace interesante la mirada con la que Martínez Balsa, Montenegro y el resto de los autores se acercan a un fenómeno de por sí polémico, ofreciendo un panorama plural, abierto, complejo sobre ese lado a la vez siniestro y hermoso del ser humano (en este caso, del ser cubano) tal vez sin imaginar siquiera que pondrán al hipotético lector ante la disyuntiva de preguntarse: ¿y esto es Cuba?, ¿así son los cubanos?, ¿pululan estos terribles conflictos existenciales en esa paradisíaca isla que la propaganda “revolucionaria” promueve a nivel internacional? Preguntas que, al ser respondidas en las muchas claves de la vida cotidiana cubana que de(s)velan estas páginas, permitirán un conocimiento más real de Cuba y sus circunstancias, pues en algo no se equivocó ese ser humano increíble y fabuloso narrador cubano que fue Guillermo Vidal, cuando en una de sus entrevistas, al cuestionársele la preeminencia del sexo en sus cuentos y novelas, a raíz de la publicación de su novela Las manzanas del Paraíso (1998), aseguró que: “la verdadera desnudez de una persona, la del alma y la carne, se produce en el momento en que los sexos se funden. En ese instante, para Dios, estamos en presencia de una sola carne y es el summum de la realización humana. Ahí somos tal cual somos en verdad, sin escondrijos, sin máscaras, sin la doble moral con la que nuestra especie suele ir por el mundo: somos ahí literalmente ángeles o demonios, y es el único instante en que no podemos ocultar cuál es en verdad nuestra idea o postura sobre nuestra realidad”.

A ese muestrario de muchos modos sociológico sobre el comportamiento del cubano, a ese contrapunteo entre la verdad publicitada por la propaganda oficial y la verdad vivida (o tal vez mejor, sufrida) por millones de cubanos en esas décadas que ocupan el espacio de estos cuentos, hay que sumar (ojo, sin que los autores se lo hayan propuesto de antemano al configurar esta selección) una zambullida de muchos modos antropológica en esa fauna humana diversa y divergente que aquí pulula y que configura un espectro muy cercano a esa fauna humana tácita y demográficamente real que habita la isla. Otro modo ―literario, pero no por ello menos representativo y revelador― de conocer Cuba, su singularidad como nación, sus circunstancias históricas y sociales, su gente.

No son pornógrafos los autores aquí reunidos. Escriben sobre conflictos de la más cercana y cotidiana realidad y nadie puede acusarlos de hacer periodismo. No se aprovechan de estas historias de sexo para epatar a la crítica, ni mucho menos a ese lector cautivo que toda literatura tiene. Nadie hoy se atreverá a acusarlos porque se trata de otros tiempos. Tal vez no perfectos, pero de más libertad, mayor tolerancia. Son, si acaso, cronistas de su tiempo, fisgones de esos momentos de íntima desnudez espiritual y carnal que definen, mejor que las consignas y las ideologías, mejor que las fobias y los secuestros de las libertades, la cara más humana de nuestra isla.

Berlín y julio, 2023.

AUTORES INCLUIDOS EN LA ANTOLOGÍA LOS EXTRAÑOS PARAÍSOS

EMERIO MEDINA / ALBERTO GUERRA NARANJO / LEGNA RODRÍGUEZ IGLESIAS ABEL FERNÁNDEZ LARREA / MARTHA ACOSTA / RAÚL FLORES IRIARTE / DAVID MARTÍNEZ BALSA / ARIEL FONSECA RIVERO / MALENA SALAZAR MACIÁ / ALBERTO GARRIDO / JULIÁN MARCEL / MARVELYS MARRERO FLEITES / DANIEL MORALES CASTRO / MILHO MONTENEGRO / NÁTHALY HERNÁNDEZ CHÁVEZ / CARLOS L. ZAMORA / RAFAEL GRILLO / BETSABETH MARIAM ZALDÍVAR / M. J. CHÁVEZ / J. R. FRAGELA / RAÚL AGUIAR / REINALDO MEDINA HERNÁNDEZ / LISBETH LIMA HECHAVARRÍA / ERIC FLORES TAYLOR / ERICK J. MOTA / REBECA MURGA LORENZO LUNAR CARDEDO / RAFAEL DE ÁGUILA / ALBERTO GARRANDÉS / MARÍA LILIANA CELORRIO ZARAGOZA / YOSS / MARIELA VARONA / JORGE ÁNGEL PÉREZ ÁNGEL SANTIESTEBAN-PRATS / ANNA LIDIA VEGA SEROVA / SENEL PAZ
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LOS EXTRAÑOS PARAÍSOS

Amir Valle. Guantánamo, 1967. Escritor, Periodista y Editor

Su obra narrativa ha sido elogiada, entre otros, por los premios Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, Gunter Grass, Herta Müller y Mario Vargas Llosa. Saltó al reconocimiento internacional por el éxito en Europa de su serie de novela negra «El descenso a los infiernos», sobre la vida actual en Centro Habana, integrada por Las puertas de la noche (2001), Si Cristo te desnuda (2002), Entre el miedo y las sombras (2003), Últimas noticias del infierno (2004), Santuario de sombras (2006) y Largas noches con Flavia (2008). Su libro Jineteras (Habana Babilonia), publicado por Planeta obtuvo el Premio Internacional Rodolfo Walsh 2007, a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española durante el 2006. Entre otros premios internacionales en el 2006 resultó ganador del Premio Internacional de Novela Mario Vargas Llosa con su novela histórica Las palabras y los muertos (Seix Barral, 2006). Sus libros más recientes son las novelas Hugo Spadafora. Bajo la piel del hombre (Aguilar, 2013), Nunca dejes que te vean llorar (Grijalbo, 2015) y el libro de cuentos Nostalgias, ironías y otras alucinaciones (Betania, 2018). En la primavera de 2021 Grijalbo publicará su novela No hay hormigas en la nieve. Reside en Berlín, donde trabaja en los servicios informativos de televisión de la agencia Deutsche Welle para América Latina y desde donde dirige la editorial Ilíada Ediciones y OtroLunes - Revista Hispanoamericana de Cultura.