Cuadernos del Subtrópico Norte
JUANITO EL DE LA ISLETA
‒¡HIJA DE LA GRAN PUTA! ¡DAME LAS LLAVES O TE REVIENTO LA CASA!
‒Cálmate, Juanito, que vas a despertar a los vecinos.
Claro que me despertó.
Me despertó de un sueño pegajoso como mis sábanas empapadas por el sudor del verano canarión. Me despertó de un sueño al que llegué a rastras después de horas vagando por mi cama como un bereber en ese Sáhara que nos manda la plaga de la arena a los pulmones isleños.
Eran las seis de la mañana y el puto yonqui de mi vecino venía con ganas de montarle el enésimo pollo a su pobre madre Angustias. Ella lo había intentado todo. Lo ingresó en Proyecto HOMBRE y se escapó. Le dio dinero para que probara suerte en Inglaterra y se compró un SEAT Arona para llevar los cogollos a los mataos de Vecindario. Cambió la cerradura y la pobre mujer, que ni agacharse puede con su bastón, dejó una nota en todos los felpudos pidiendo que no abriésemos el portal cuando Juanito timbrara.
‒¡QUE ME DES LAS PUTAS LLAVES, JODEEER!
‒No las tengo, Juanito, no sé dónde las puse.
‒¡ME QUITASTE LOS CACHORROS Y AHORA ME TRATAS COMO A UN PULGOSO, ZORRA!
Juanito siempre era el punto número dos de las juntas de vecinos ordinarias y extraordinarias. El presidente de la comunidad lo había intentado todo. Llamó a la protectora para que se llevaran la camada de presas canarios que vivían hacinados en la mazmorra del 1ºB y que echaban un olor a mierda que subía por el bocapatio como el azufre de un volcán. También cambió la cerradura del portal, pero de nada sirvió, Juanito le había dado una tremenda patada.
‒¡MÍRAME A LA CARA!
‒Hijo, por favor, tranquilízate, que se me va a salir el corazón.
‒¡ENCIMA VAS DE VÍCTIMA! ¡A MÍ NO ME HACES CHANTAJE, COÑOOO!
‒Voy a llamar a la policía.
La policía ya sabía lo que pasaba. Y la Guardia Civil, y los servicios sociales del Ayuntamiento. Juanito tenía puesta una orden de alejamiento contra su hermana porque la había empujado por las escaleras como un niño que tira la basura por un barranco. Mi madre se llevó a Dolores cagando leches al Hospital Doctor Negrín y mientras le ponían el collarín denunció al despojo de mi vecino. Lo hizo porque sabía que Angustias no sería capaz de acusar a su propio hijo.
‒¡A QUIEN VAS A LLAMAR ES A LA FUNERARIA PORQUE TE VOY A CORTAR EL CUELLO!
‒¡Ay, virgencita! ¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?!
‒¡TE CORTO EL CUELLO Y ME TIRO POR LA VENTANA!
‒¡Deja ese cuchillo ahí, por favor te lo pido!
‒¡DAME LAS PUTAS LLAVES YA O ME TIRO POR LA VENTANA!
‒¡Sácate de ahí, Juanito, que te vas a caer de verdad!
Los gritos iban a más. Me puse tapones. Cubrí en vano mis orejas con mis manos. Aplasté los bordes de la almohada húmeda contra los dos lados de mi cara. Nada servía.
‒¡QUE ME TIRO!
‒¡PUES TÍRATE!
Y Juanito se tiró.
Sonó como un camión que vuelca el contenedor a las dos de la mañana y luego se va para dejar la calle en silencio. Como cuando sabes que, por fin, vas a poder dormir.
EXPIACIÓN
‒Ave María, purísima.
‒Sin pecados concebida.
‒Padre, he pecado.
‒Tranquila, hija. Has venido al lugar adecuado, a la Casa del Señor.
‒Pero he pecado mucho.
‒¿Cómo de mucho?
‒Demasiado.
‒A ver, cuéntame.
‒He tenido pensamientos oscuros. Ayer me imaginé robando boniatos a Don Miguel.
‒¿Al alcalde?
‒Al alcalde.
‒Bueno, pues vas a rezar tres padrenuestros.
‒Gracias, Padre.
‒Que Dios te bendiga.
‒Aún hay más.
‒¿Qué más?
‒Me imaginé fornicando con él. Y meándole la gaveta de las bragas a su parienta.
‒Bueno, pues vas a rezar tres padrenuestros y dos avemarías, y vas a enramar cien palmitos para el Corpus Christi.
‒Gracias, Padre.
‒Ve con Dios.
‒Tengo que contarle otra cosa.
‒¿Otra cosa?
‒He mentido a un pobre cristiano.
‒¿Qué hiciste?
‒Le dije a un don que si me abría el portal le daría cinco mil pesetas.
‒Bueno, pues vas a rezar tres padrenuestros y dos avemarías, vas a enramar cien palmitos para el Corpus Christi y vas a hacer la peregrinación de la Virgen de la Candelaria.
‒De acuerdo, Padre. Pero se me olvidó contarle otro pecado.
‒¿Otro pecado?
‒Le pedí un dinero a mi prima Pilarín para comprar leña y un mechero. Me llevó al banco a sacarlo allí mismito y fui yo y ese día lo malgasté. Ella, tan pudiente como generosa, siempre dispuesta a ayudar a los parias de su familia.
‒Entonces tendrás que rezar tres padrenuestros y dos avemarías, enramarás cien palmitos para el Corpus Christi, harás la peregrinación de la Virgen de la Candelaria y cogerás un barco para ir a encender diez velas en la Basílica de Nuestra Señora del Pino.
‒Lo que usted diga, Padre. Solo una cosita más.
‒¿Aún? Dios es paciente y misericordioso, pero se lo estás poniendo difícil.
‒He matado al banquero del pueblo.
‒¿Cómo? ¿Qué…? Huele a quemado…
‒¿Quiere un boniato, Padre?
Marcos Dosantos. Tenerife, España, 1991
Graduado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Trayectoria profesional en consultoría, tercer sector y asuntos públicos. Formación literaria en Hotel Kakfa y Escuela de Escritores de Madrid. Autor de Cuadernos del Subtrópico Norte (Ediciones el Drago, 2022), un debut literario que ha superado las 1000 copias vendidas en pocos meses. La obra contiene los relatos premiados "Agustín murió disfrazado" (finalista en el concurso Surrealistos del Círculo de Bellas Artes de Madrid, 2021), "Amazigh" (poema ganador del certamen Moyano a versos, 2021) y "A cambio de chocolate" (finalista del VI Premio de relato breve La Gran Ilusión, de Cines Renoir, con la Escuela de Escritores, 2021). Participación en las ferias del libro de Madrid, Sant Jordi, Las Palmas, Fuerteventura, Tenerife, La Vall d’Uixó, etc. Email: [email protected]