COMPENDIO: HEMISFERIO DERECHO
En mi mente subsiste una tormenta
de comportamiento errático,
grieta luminosa,
intervalo donde emerges
(tono salmón)
en nube de 7 y 20.
Acecho que doma mi centro (21.934640, -79.423115):
No me acomplejo;
de vez en cuando me entristece el devenir
de los efectos secundarios,
el magnetismo de la brújula en regiones boreales
(donde todos los rumbos son sur)
pero no me acomplejo.
Si pregunto no es por mí,
nunca por mí.
Constancia de mi memoria
sin (más) antecedente que ayer y el Adansoni:
no existe el emoticón compendio
de mi hemisferio derecho.
El ermitaño me recibe con maestría,
y con molino.
LAS MONTAÑAS DE BERGEN
Concentro el tiempo, fenecen
las canas. En las montañas
de Bergen, protegida por pinos
blancos de sutileza japonesa.
Allí nace el hilo (de luz), sólido,
sobre 9325 kilómetros de arcanos.
Golpe limpio, imagen que atraviesa
el pecho. Gesto de la mejilla,
contemplativa satisfacción que acusa:
allí te veo. Instante que (re) habito
cada tarde –las 7 y 33
entre Palmarito y Monserrate.
Pórtico que mueve
mi encaje (llego al sitio).
Desde el este 10° ˚44’ entrego
el hilo: visualízalo. Cruza.
MIRLO (BLANCO)
Raíces laterales, aéreas, mi innatismo.
Desplazamiento hacia la tundra.
Banianos me sostienen
y (del lobo) transpiro la ataraxia.
Sendero a mi isbá, el nuestro,
punto de eutexia.
No anuncies tu presencia en el polvo,
escondámonos del mundo en prados aledaños.
La quieta mirada del muerto cambia todo.
Tu sofisma se presenta, es endeble.
Pretencioso, busca aquietar
los tremores que llegan a mi orilla.
Tremores a roce de un dedo,
adventicios, como amapola y aun
onda sonora (oscilante),
longitudinal, que acaricia mi Ajna.
Sucesión de cadenas de doble hélice
es mi deseo. Soy juicio imprudente.
Fuera de la tundra, atemperar la sed
es insania y el único consuelo
llega con Ofelia
y llega además con su petulancia.
Ver que mañana tal vez, o en un
futuro ensoñado,
son las dos como un porrón de arroz blanco
(acabadito de hacer). Como los que,
según el profe,
hacen en los templos vietnamitas
para alegrar el alma.
Donde medran los lobos memorias
que revelan resguardo,
un 33 que es seis.
PROFETA: (2006)
Diecinueve y aún pido lo mismo
—si pienso en ti—,
en cada rincón (ojos cerrados),
si llueve como en Sancti-Spíritus
y es abril,
si hace frío y no logro llegar
a La Habana
y la desolación del aeropuerto
de Holanda se concentra
en el cemento de un banco,
donde encuentran sosiego mis huesos
-si pienso en ti-,
en el ritual del baño,
frente al umbral de todas las puertas
(las 10 y 9): que nos separan
y nos unen donde importa.
Siete: en temporada de esquizofrenia
(en rojo y verde), con olor a pino,
llega el profeta;
se presenta como capitán de navío
—en mi opinión—,
profesión cuestionable, ya que todas
las muchachitas (felices),
modelos de zapatos en mi libro,
le tildan de marimbero.
Él afirma saber de mí
-de amores pasados-,
de la letra que carga mi puño
(genética y verdeagua),
de ti;
me dice que te olvide:
“ahí no hay nada,
aunque los arcanos menores
anuncien su llegada:
ahí no hay nada”.
Pero yo soy hija del ermitaño
y mi camino es mío.
DESCUBRIMIENTO DEL SPONDIAS MOMBIN L
Instrumentos de poder:
1. laberinto de adoquines
que revelan coronas de cristal
2. balcones espectadores (de mi animal)
3. memoria preservada
(“La Habana no es más una estación de trenes
y de ella me conozco cada piedra”)
4. azul desolado del manglar
que acaricia la pata del caballo
(4 km de blanco sur)
Con ellos armonizo el día. Eres colirio:
hallazgo de la ciruela amarilla.
El doble de lo que te llevo
(número primo) tres veces soy.
Espectadora del instante
en que me ves,
me voy entre tabla periódica
(azul) y asteroide.
¿Sabes que muero en estos momentos?
Haces la pregunta más esperada del siglo:
“¿qué haces?”, y no puedo materializar la respuesta
más esperada del siglo:
“nada, te espero”.