0. EN EL CAMINO (INTRODUCCIÓN)
A la entrada del edificio de Leo están rompiendo la calle. Dicen que para reparar una tupición de los albañales. Eso dicen, pero lo más seguro es que no resuelvan nada. Como siempre. Hay montones de tierra, fango y mierda, y torrentes de agua sucia bajando por la calle. Leo se puso zapatos cerrados y aún así se queja. Qué dejamos para mí que ando en sandalias. Salgo dando brinquitos y mirando si ya me cagué los dedos.
Para colmo llueve. Últimamente llueve todos los días de La Habana. Contagiada con el síndrome de Estocolmo, la cabrona capital de Suecia. Claro que no he visitado Estocolmo, la conozco por los documentales de Viajeros callejeros. Ahí llueve con cojones. Pero a la gente no le pasan ríos de mierda por los pies.
Para suerte, el barrio está repleto de balcones que cubren del aguacero si uno va por las aceras. Aunque cualquiera de esos balcones ruinosos te puede caer en la cabeza y partirte la vida. Pero ni Leo ni yo estamos ahora para pensar en eso. Tenemos una cita nada menos que con el Rey de La Habana. A las 10 am y ya vamos tarde. Por culpa de la jodida lluvia.
Vamos conversando por el camino, de literatura por supuesto, cuando podemos, porque tenemos que prestar atención a los charcos. Y a la gente que te puede sacar el ojo con el paraguas. Y a los chorros de agua puerca que caen por el desagüe de los balcones.
Al fin llegamos a San Lázaro y Perseverancia. Enfrente tenemos el edificio. “No menciones la dirección”, pidió el Animal Tropical. Lo entiendo: hay demasiados curiosos, gente que te hace perder el tiempo por gusto. Me callo la ubicación exacta y sólo digo que es un edificio estilo Boston. De los años veinte del siglo veinte. Pero el anciano no luce tan mal por fuera. Y se mantiene en pie mientras se derrumbaron los de ambos lados.
Hay que ascender al octavo piso y el elevador está abajo y está abierto. Pero es un elevador del tiempo de Matusalén y un negro viejo, vecino del cuarto piso, nos dice que siempre sube a pie. Que si eso se traba no van a llegar para sacarlo de ahí antes que apeste a cadáver. De todos modos yo me arriesgaría. Pero Leo dice:
—Ahí yo no me monto. Y el Rey nos dijo que cogiéramos las escaleras.
OK. Por las escaleras. Estrechas y oscuras. Leo se pone delante para que yo no lo ahogue con el humo del cigarro. Cada dos pisos nos tomamos un descanso. En mi caso porque siempre he sido una porquería subiendo escaleras. Y porque el cigarro me está matando los pulmones. Leo alega que la edad, el sobrepeso…
Cuesta arriba, de poquito a poco, trepamos hasta la cima del mundo. En la última planta hay solamente una puerta. Una que no tiene número ni nada, aunque le tocaría el 20. Nos abrió Pedro Juan Gutiérrez en persona.
1. LAS VIÑETAS DE LA IRA
Saco un cigarro y antes de encenderlo busco un cenicero. No veo ninguno.
—Ahí… Detrás de ti —señala Pedro Juan Gutiérrez.
Hará una década conocí a un Pedro Juan Gutiérrez (PJG en lo adelante) que fumaba tabaco y bajaba ron como un albañil. Fue en la Casa Taller del pintor Antonio Canet, en Regla. Ese sí se parecía al otro Pedro Juan, el personaje de la Trilogía sucia de La Habana. Pero el de ahora me luce distinto. Digamos que demasiado sereno.
Le hago algún comentario sobre esto y me lo corrobora. Dejó de fumar cuando le diagnosticaron un enfisema pulmonar. Ya no coge las borracheras de antaño. Y al levantarse hace meditación y emite sus mantras al cielo.
Tampoco el apartamento donde estamos recuerda al de los relatos de la Trilogía. Sí es pequeño y muy sobriamente decorado, pero está en buenas condiciones. Más adelante PJG explicará que lo reparó completamente cuando lo permitió su bolsillo.
Nos sentamos alrededor de una mesa que está debajo de una ventana. Ha dejado de llover, La Habana ya no es Estocolmo, y entra mucho sol por ahí. El contraluz afecta a Leo para hacer las fotos. Decidimos dejar eso para después y entonces alisto la grabadora para empezar la encuesta a PJG.
A este nuevo Pedro Juan me nace de entrada tratarlo de Usted:
—Hay una anécdota personal que quisiera relatarle a usted como punto de partida de este diálogo…
—¿Por qué me tratas de usted? No me gusta —protesta PJG.
—Ah, vale…
Acorto la distancia:
—Te cuento que en el 2000 hice una reseña sobre Melancolía de los leones, libro de un tal Pedro Juan Gutiérrez acabado de salir por Ediciones UNIÓN, y la publiqué en un medio cubano de prensa en Internet del cual yo era el editor… Por cierto, esa es la primera opinión sobre PJG como escritor aparecida en medio alguno de la Isla… Unos días después “me llamaron a contar”, como decimos los cubanos, y poniéndome cara de horror y misterio, me preguntaron: “¿Sabes quién es ese Pedro Juan del que tú escribiste?”… Pero antes de contarte el final de este cuento de la vida real, ¿por qué no cuentas tú mismo esa leyenda negra del “periodista maldito”?
—En aquel momento, yo era un tipo lleno de ira, de confusiones… Y no solo yo, creo que toda mi generación. Date cuenta que la generación mía se dedicó al proyecto revolucionario en cuerpo y alma. Y a partir del 90 todo se empieza a convertir en sal y agua, los que lo vivimos recordamos el hambre que se pasó en Cuba… Por eso tengo tanta moral para escribir en mi país lo que me salga de los cojones, que fue lo que hice en esa época. En el 94 empecé a escribir Trilogía sucia con muchísima furia, muy defraudado, molesto, era casi un acto de venganza. Contra mí mismo y contra todo…
“De esos libros pueden decir que son muy realistas, unos que es periodismo, otros que es memoria, otros que literatura, otros que es antropología, hasta pueden decir que es pornografía. Bueno, sí, ¿y qué? Es el lado oscuro de lo que estaba viviendo.
“Por suerte nunca tuve valor para ahorcarme, como hicieron algunos de mi generación. Otros que habían sido comunistas hasta hacía un mes se fueron por la religión, a otros les dio por el alcoholismo y la lujuria. Otros simplemente se fueron del país, a un exilio muy estéril, como son todos los exilios, y yo lo tuve claro: no me voy al exilio porque eso no está en mi forma de ser, yo soy muy guerrero…
“Quizá soy autosuficiente y arrogante, pero eso es lo que lo ayuda a uno en la vida. Hay un momento en que tienes que ser así para decir ‘voy a convertir el revés en victoria’, una frase genial del Comandante… Y yo lo que sabía hacer era escribir, me puse a escribir esos cuentos con una furia tremenda, uno detrás de otro.
“La Trilogía no obedece a un proyecto intelectual, no obedece a un programa, sencillamente escribía lo que me pasaba. Fueron años de una lujuria tremenda y también de una pobreza tremenda. Aquí el techo se caía y no tenía agua, ni muebles, ni gas, cocinaba con carbón. Y todo vino junto, también un divorcio y la pérdida de la familia, la pérdida de las ideas políticas, la pérdida de la esperanza. Escribía esos cuentos a mano, de noche, borracho, después los pasaba a máquina, los corregía un poco y los metía en una carpeta…
“Cuando había terminado con esos cuentos y armado tres libros, llegan a donde yo trabajaba, en la revista Bohemia, dos redactoras de la Editorial Oriente. Ellas se llevaron mis libros para Santiago y después se perdieron, no contestaban, parece que se asustaron. Luego un colega mío de Bohemia, José Alejandro Rodríguez fue allá y me rescató los libros. Eso fue en 1997…
“Un día estoy cubriendo el Premio Casa de las Américas, y había una francesa, Annie Morvan, editora de Seuil, llevándose libros de escritores cubanos en disquete, y yo fui el único que entregó en papel, le dije ‘perdóname, yo sé que esto pesa’, pero ella cargó con los manuscritos de los tres libros.
“Allá en París, ella debió darse cuenta que en Seuil no cabrían y los envió a una agente literaria en Madrid, esta se los pasó a Anagrama… y así se encaminaron, de una manera completamente azarosa.
“Hasta que recibo una llamada telefónica de Herralde, dueño de Anagrama, me dice que va a contratar los tres libros, que solo necesitaba la firma mía, pero quería publicarlos en un solo volumen y necesitaba un título. Me cogió de sorpresa, le respondí ‘no sé, tengo que pensarlo, eso es una especie de trilogía sucia de La Habana’, y él me dice ‘bien, eso mismo’ y me cuelga. Y yo me dije ‘ay mi madre, qué título’.
“Desde el principio supe que ese era un libro muy manipulable políticamente, pero como yo sé distinguir la literatura del panfleto político, no tenía interés en que eso pasara y entonces exigí ir yo mismo a presentar el libro, para ver si podía controlar la situación. Fui, lo intenté, pero imposible, el dossier de prensa fue amplísimo, solo en El País aparecieron tres comentarios, se reseñó en El Mundo, además estuvo la radio, la televisión, un mes después se publicó en Italia… Hoy en día ya está publicado como en veintitrés idiomas, hasta en hebreo, y se está negociando con Japón, Corea…”
2. LA MELANCOLÍA DEL REY LEÓN
Ahora tocaba que yo terminara de relatar mi anécdota:
—Por supuesto que antes de rendir cuenta por aquella reseña, primero averigüé sobre ti, no podía quedar como un ingenuo, eso tú sabes que es pecado capital en un periodista… Y bastó que yo soltara el speech de lo que sabía de Pedro Juan para que mi interrogador me dejara en paz. En definitiva, mi reseña “no tenía problemas” y era sobre un libro publicado en una editorial “de las nuestras”…
Hacemos un alto para degustar un café y salimos al aire libre.
—¡La azotea del Pedro Juan de Trilogía sucia es real! —exclama Leo con los ojos deslumbrados. Como si en vez de una vulgar y común azotea de Centro Habana estuviese hollando la mismísima Tierra Media de los hobbits.
Para impregnarme del entusiasmo de Leo, pruebo a creerme en la torre del castillo de Kronborg, Dinamarca, con el fantasma de Hamlet soplándome en el oído su ser o no ser. Evidentemente hoy la tengo cogida con las altas latitudes.
De vuelta a la mesa, enciendo otro cigarro y PJG no me censura. No se ha comportado como la mayoría de los ex fumadores. Esto facilita que me sienta relajado en su presencia. Continúo:
—Tengo la impresión de que la publicación en Cuba de Melancolía de los leones, año 2000, ya con el precedente de los tres libros (Trilogía…, El Rey de La Habana, Animal tropical) de Anagrama, provocó que aquellos lectores cubanos, los menos, que sí habían tenido acceso a esas ediciones, se desconcertaran ante un PJG alejado del abordaje descarnado de la cotidianidad cubana. Del otro lado estaban los que te desconocían absolutamente y empezaron a saber de ti por esos minicuentos alegóricos, al estilo Kafka, Arreola, Cortázar… Te pregunto: ¿Por qué la Melancolía y no la Trilogía, por ejemplo, marcó el comienzo del reinado de Pedro Juan en su propia tierra?
—Yo había presentado la Trilogía en octubre de 1998 y estuve los meses siguientes correteando en la promoción. A Cuba regresé en enero de 1999 y me di con que me habían echado de la revista Bohemia y de la Unión de Periodistas, después de pasarme veintiséis años en ese oficio, en los que fui Vanguardia Nacional por cinco años, viajé por el mundo como reportero, hice buenos reportajes. Todo muy feo, muy patético, sin darme explicaciones…
Con la UNEAC tuvo PJG una experiencia distinta. Ahí le reconocieron los años que llevaba como miembro de esa organización, recibió apoyo de Carlos Martí, de Francisco López Sacha y otros compañeros. Y cuando a PJG le decían ‘pero es que ese libro que tú has publicado’, él respondía ‘sí, y qué, me dio la gana…”
En 1999 sale en España El Rey de La Habana y al año siguiente Animal tropical. Llegado el 2000, la editorial de la UNEAC le pidió algo “potable”.
—Yo les dije “sí, da la casualidad que tengo un librito, que estuve trece años escribiéndolo, antes de la Trilogía sucia”. Era una selección que yo mismo había estado haciendo, desechando los cuentos que no me gustaban, depurando hasta dejarlo en unas setentipico de páginas. Y Marilyn Bobes, como editora de UNIÓN, lo leyó, quedó fascinada y así se publicó Melancolía de los leones.
PJG cierra su evocación de este período con una reflexión:
—Creo que hay que entender a los editores, ponerse en su lugar y por eso pienso que ese no era el momento para sacar en Cuba la Trilogía sucia. Ya después Letras Cubanas publicó Animal tropical, que es un libro más positivo, donde el protagonista es un cubano que va a Suecia y no se queda, que regresa…
3. NO TE MUERAS SIN LEER A PEDRO JUAN
—Hablas de Animal tropical, que salió en 2002, pero su aparición fue demasiado fugaz para los lectores de la Isla…
—Sí, casi nadie lo vio. Pero dicen que imprimieron unos 2000 ejemplares…
“Un animal más fantasmal que tropical”, pienso y luego hablo, para dar fe de mi existencia:
—Y Ediciones UNIÓN sacó El Rey de La Habana en 2009. Aunque, en mi caso, no me topé con ese volumen hasta los días de la Feria del Libro de 2011, cuando me invitaron al lanzamiento de un libro en Artemisa.
Cuento a PJG que entré a un lugarcito cercano a la Terminal de Ómnibus, pensando en viandas y vegetales para cargar hacia La Habana, pero en las tarimas lo que hallé fueron libros. Entre ellos El Rey. Y yo de mendigo, porque no me entregaron a tiempo el cheque de pago por la presentación. Tuve que regresar a La Habana sin las viandas y sin El Rey.
—¿Y no pudiste coger a la vendedora entretenida y robarte la novela?
—¡No tuve chance! Parece que Artemisa no se había enterado que estaba en Feria del Libro. Y yo mirando tu libro mosqueado en medio de aquel desierto. Y pensando que en una librería de La Habana duraría lo que un merengue en la puerta de un colegio —le explico y a continuación pregunto:
—¿Qué es lo que pasa con tu Ciclo de Centro Habana, que presuntamente se está publicando en Cuba, pero en tiradas tan cortas y encima sólo han salido dos de los cinco?
—Ahora se supone que UNIÓN está editando Carne de perro, tengo que ir a ver cómo va eso… —revela PJG—. Pero Trilogía sí que no creo vaya a salir aquí en muchísimos años. Empezando porque hay mucha gente que lo desprecia, que piensa que es un libro de viñetas más que de cuentos, desequilibrado, malo… Sin embargo, está clasificado entre los 1001 libros que usted debe leerse antes de morir, dentro de una lista en la que hay solo cuatro cubanos.
—¿Cómo es eso…?
—Fue un trabajo que hicieron unas universidades de Estados Unidos y España. Una selección bastante seria, sabes… Está publicado por la editorial Espasa Calpe y se llama así Los 1001 libros que usted debe leer antes de morir.
—¿Y los otros cubanos quiénes son? —indaga Leo.
—Está Alejo Carpentier con El reino de este mundo y Los pasos perdidos. Cabrera Infante con Tres tristes tigres. Lezama con Paradiso. Y yo con la Trilogía sucia.
—Pedro Juan en el mismo centro del canon… —digo yo, socarrón, y el Rey sonríe.
—Entonces, hay que tener paciencia. Si sale Carne de perro en el 2012, faltaría El insaciable hombre araña… Vaya, para decir que se han publicado, al menos irán a las bibliotecas, supongo yo…
—Estuve averiguando y hay ejemplares de El Rey de La Habana en la Biblioteca Nacional pero no están en circulante y no los dejan sacar —aclara Leo.
—Yo mismo le doné a la Biblioteca Nacional la Trilogía, El Rey de La Habana y Animal Tropical, tres ejemplares de cada uno, en las ediciones de Anagrama — esclarece PJG.
4. LA LITERATURA ES UNA ENSALADA
—Encontré estas palabras en la portada de tu sitio personal en Internet… —acudo a mis notas—: “Un escritor siempre se desdobla una y otra vez. Sólo de ese modo agotador puede meterse bajo la piel de cada uno de sus personajes. Lo que quiero decir es que mis libros no los escribo yo. Los escriben los personajes que los habitan”.
Luego le cuestiono:
—Entre lo que afirmas ahí y el “carácter autobiográfico” atribuido a la Trilogía sucia (1998) y los otros libros del Ciclo de Centro Habana, encuentro una contradicción. ¿Tienes algo que aclarar sobre este punto de si tus libros nacen de la imaginación o de la experiencia personal?
—Mi literatura sí es muy autobiográfica. Creo que lo único que se separa de eso es El Rey de La Habana, que además está escrito en tercera persona… Pero todo lo otro sí. Ya te conté de la Trilogía sucia. Y Animal tropical salió de las vivencias de varios meses que pasé en Suecia. Pero al mismo tiempo, y creo que eso le pasa a todos los escritores, los personajes van cogiendo fuerza y empiezan a hacer lo que le da la gana, a tomar su rumbo propio…
—Quieres decir que lo autobiográfico es solo la materia prima…
—Claro, la literatura es una ensalada. Tú coges algo de lo que te pasó a ti, un poco de lo que te contó la vecina, y con eso vas armando. La literatura no es exactamente la memoria propia, es siempre una construcción… Ahora, cuando escribí Trilogía sucia, yo sí quería confundir al lector y por eso le puse mi nombre al personaje, dije que alguna vez fue periodista y oculté su cultura, sus viajes y lo puse a vivir el día a día, el día a día, el día a día…
5. NUESTRO PJG EN LA HABANA
—Pero el libro que publicaste en 2006, Nuestro GG en La Habana, sí es diferente. Ahí abandonas totalmente a Pedro Juan para ponerte en la piel de otros personajes, como el periodista de Liverpool que se hace pasar por el escritor famoso y el propio novelista Graham Greene. Tampoco La Habana de esa novela es la de ahora sino la de hace más de 50 años…
—Ese libro nació de una petición de un editor brasileño, que tenía una colección llamada “Literatura o Muerte”, pagaban bien y me dijo que ya Padura había escrito para ahí una novela sobre Hemingway, llamada Hello Hemingway.
Como ese es el título de la película de Fernando Pérez, le rectifico:
—Adiós Hemingway
—Ajá, así es… Bueno, las condiciones eran que tratase de un escritor conocido, fuera policial y de alrededor de 100 páginas.
PJG sigue contando: “Al principio pensé hacerla con Lezama, pero me dije que no, Pedro Juan, no te busques más problemas de los que tienes. Me acordé entonces de Graham Greene, un autor que me llama la atención por su manera pragmática de escribir. Me puse a releer sus libros, estudiar su vida, consultar las entrevistas que le hicieron. Ya cuando me topo con El americano impasible, escrita por él en 1955, me dije que esa fecha podía ser el punto de partida”.
—Quise consultar entonces los periódicos de la época, para ubicarme en las circunstancias de aquella Habana —relata PJG—. Pero en la Biblioteca Nacional me dijeron que para eso necesitaba una carta de algún instituto de investigación…
Aún así, PJG no se amilanó, se documentó a través de libros como El imperio de La Habana de Enrique Cirules, preparó su noveleta y la envió al editor brasileño. Entonces surgió un nuevo contratiempo: el brasileño no le daba respuesta, pasaron meses, hasta que lo encontró finalmente en un viaje a Sao Paulo. El editor pedía cambios, que situara la acción en un sueño…
—Me percaté que tenía miedo de un conflicto con los herederos de Graham Greene. Pero yo consideraba que mi libro no tenía nada ofensivo, no acepté sus sugerencias y él me lo devolvió. Luego se lo pasé a Herralde, que me lo contrató enseguida y el libro salió y se ha vendido muy bien…
Soy un fan de Graham Greene, le confieso a PJG. Por eso me encantó el comienzo de Nuestro GG en La Habana, con el detalle de la confusión de identidad que es un homenaje a El Tercer Hombre, le digo. La crítica ha elogiado a ese libro que consideran “atípico” dentro de su producción literaria, le comento. Tengo amigos escritores que la leyeron en el volumen de Ediciones UNIÓN y la encuentran muy divertida, le revelo.
—Escribirla fue una experiencia muy divertida, el único de mis libros que he escrito riéndome —dice PJG, riéndose.