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Ce est mort

CARRERA DE CONJURADOS

Para Jorge Luis Fernández, I.M.

Ahora estoy muerto; pero este recurso que narra mi existencia
después de la muerte lo escribí estando vivo. Lo que no sé qué es estar vivo
o muerto, o si soñé esta historia para unos u otros, o si yo mismo soy creado
por vivos y muertos a la vez. De cualquier manera os daré el aviso:
¿Se puede llamar vida al desconocimiento: ignorar si estoy aquí o qué demonios?
Afuera llueve. Unos invisibles niños, secos aún, cantan y endechan a la vez.
Si pudiera repetirme en ellos miraría hacia acá y viéramos a ese viejo
encorvado sobre el lápiz. Ese viejo encorvado sobre el lápiz
escribe para que podamos mirarlo. Él existe mientras sea capaz de mover el puño
contra el tiempo y las enfermedades. No obstante, somos. Cantamos bajo la lluvia
la endecha del hombre encorvado. Si por un momento dejaran de mirarme
me desvanezco hacia una nueva etapa de eternidad. Si por un momento
deja de escribir dejamos de mirar etc.

Antes de pasar a la historia besaré a mi inmortal amada
en cualquier parte de la ciudadela.
Estamos a muchos equinoccios del comienzo:
que haya escrito para unos u otros lo definirán ustedes.

Afuera ha dejado de llover. Entre los niños, como un golpe de probable suerte
relumbra el oro de mi inmortal amada.

CE EST MORT

Este poema debió escribirse en francés-
lengua que dominan mis antepasados, pero de la que sólo heredo
una dislexia al pronunciar la erre.
De haberme apellidado Rimbaud, mi suerte correría
otro rumbo y no se me atribuirían tantas influencias.
Pero en fin: que el demasiado polvo no se avino
con definiciones, tanto como ellas no bastaron para reducir
muchachas a un mero estado de placer y culpa.
(Y como una vez mis zapatos no estuvieron rotos,
qué desliz me permitió ser el hombre más apuesto de la jornada).
Se impuso una ruptura. La resaca me persiguió por medio
centenar de bucólicas avenidas. Otra lloraba casi vestida
hasta que pude comprenderla casi hija. La desnudé
para quien los líricos habrían llamado Morfeo.
Cuando estalló noviembre, una bandada de cuervos luminosos
irrumpió en el occidente.

SUJETO LÍRICO

Así que “palomitas de hierro”. A mí con esas. Y mis hijos sin pulso,
y la lluvia que no cesa in to mi house, y el polisíndeton, y la ignorancia
de las peores antologías, y mi aldea, y la realidad soslayada,
y el humo sobre mi cabeza, y cuidado con lo que escribes, y los noventa
que no logran terminar, y las relecturas, y las obras muertas, y la danza bestial
de los mosquitos bajo la mesa, y los veinte centavos compradores,
y para ganarse los veinte centavos, y la Nochebuena, la monorritmia retórica,
y los concursos, y tú.
Diminutivos. Je je. Yo, que he ultimado reses de un solo golpe,
que he dormido tres mil seiscientos sesenta y cinco días sin comer,
“palomitas”, once litros de veneno, colgarme gozoso del madero,
venid, etc, Sebastián contemporáneo, y el agua por todos lados y por ningún lado,
“Chareloi, Octubre, 1870”, Martí en New York, mis piernas inflamadas
por la obesidad, y mi piel oscura, y Señor, ya me acerco a donde mismo estoy
hace como treinta años, y mi madre sola, y el perro en la ventana, y
“balsas que pasáis en la alta noche” y el élan y las palomitas y esas
cosas a mí, que cuelgo de la historia como un equívoco de planificación familiar;
yo, que ultimo reses de un solo machetazo.

POESÍA. GÉNERO. LITERATURA.

Aquí estoy sentado como “una babosa del tamaño de cincuenta elefantes”
a la edad en que César tenía la edad con que el Magno hizo lo suyo.
Mi obra es contar sílabas con los dedos. Los hijos se disputan un mendrugo.
A su tiempo leerán la Ilíada para envolver sus presumibles zapatos rotos
con neurosis y “ansias de aniquilación”. Bah: me he perdido a mí mismo
y los he perdido. En este barrio las ratas son obesas y las vírgenes famélicas,
si las hay. Ofrezco los presentes apuntes a vuestras estilográficas con humildad de plomo.
Tu silencio me invita a la embriaguez. El aire caliente
ascendiendo para desaparecer define más que todo nuestra identidad.
Subir. Desaparecer. Coloquial. Generación. Poeta malogrado. Etc.
Y si renuncio, será el carnaval de las boas.
Ahora vengo a ti, sobre ti. Soy desde la inercia y el virulento hastío.
Tengo, si no la dulzura, por lo menos la edad del carpintero aquel,
fuego cruzado, “cabaña en melonar.”
Defínanme, gallinas histéricas, feliz y poderoso, mínimo habitante
de la Favela. Soy polvo inexistente, omnipresente, elemental.
Cada palabra que susurro muere en ti como César y el Magno.
Cada palabra que silencio resucita en ti, como el carpintero aquel,
a tres días de su fuga a los infiernos.

VAMOS A VER

Del otro lado del espejo soy una calamidad distinta.
La retórica de los diarios no me inmoviliza.
He visto a Dios de cerca y quien murió fue él.
O me aburrí de las cruces a rastras y aguijones en los testículos,
o el universo está más vacío que, tan vacío como.
Provengo de razas que no existen, y la que me ofrecen
es música por encargo.
¿Soy el tigre que abrasadoramente brilla en la floresta nocturna?
Bah: me creí burgués y no soy más que un perro muerto.
Este llanto sin contradicciones me conduce a la adolescencia.
Casi convulsiono a carcajadas si recuerdo que la frase
“a pan y agua” se dice en tono punitivo.
“Tiembla tierra que te pisa un fracasado” sonaría mejor.
He aquí mi evangelio, el que debí callar.
Cuando suene la trompeta lanzaré el más solemne de mis escupitajos

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