La literatura rusa y sus grandes autores abordados con la lente de un escritor forjado en un cosmopolitismo hecho en el desarraigo y en la lejanía de su Cuba de origen. Los condicionantes que han marcado el oficio de escritor bajo un sistema totalitario como el de la antigua URSS; las grandes limitaciones y crueldades y las pequeñas y mediocres servidumbres que gravitaron sobre sus autores, desde Tsvetàieva a Pasternak pasando por Nabokov o Mandelstam; la memoria viva de los “niños de la guerra” que salieron de España en los años ‘30. Todo eso está presente en Callejones de Arbat , novela que descansa en una apasionante historia de amor, nacida en los albores de la Perestroika, entre una actriz y un periodista cubano empleado en una organización internacional.
Antonio Álvarez Gil acomete con ella una afilada reflexión sobre una época que, si bien tuvo como límite simbólico la caída del Muro de Berlín, hoy se prolonga con distintas formas en el conflictivo mundo del siglo XXI. El exilio, las largas condenas por ejercer la crítica, la cotidianidad marcada por la autocensura, la realidad cubana vivida a través de puntuales retornos y el papel de la cultura (de la literatura, sobre todo) en la contestación a todas las dictaduras son ingredientes de una novela magníficamente escrita que se lee de un tirón y en la que su autor nos invita a acompañarlo en su reflexión.
No hay inteligencia, creatividad ni talento sin libertad. Una afirmación tan válida hoy como en el tiempo que evoca la novela.
Manuel Rico