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Antropología Recreativa

La vida le pide a mi cuerpo algo que él no sabe hacer. Con un poco de paciencia, luego de pensarlo varias veces en un aturdido laberinto de probabilidades, la cabeza encuentra una fisura por donde colarse, y se sabe que por donde pasa la cabeza, pasa el cuerpo.

PALABRA DE HOMBRE

I

Lo reconozco: soy tan humano como el perro que me guarda lealtad bruta, como el agua que me sube a la cabeza (en lugar de humo) mientras la luna tira de mis ideas, como la mirada sostenida que me devuelve la mujer de cada mañana, como la tierra que cede levemente a mi pisada, como la tripa inteligente que no me reconoce más humano que al aire que respiro.

II

Estoy experimentando la evolución en carne propia. Es una experiencia urgente que me hace mutar cada veinticuatro horas. La angustia de no saber a dónde voy, se compensa con la feliz paradoja de tensar el horizonte sobre un paisaje que no deja descanso para mis pies. Los instintos se estiran, las ideas se encojen, las costillas crujen sus contracciones, y ningún órgano encuentra acomodo en el apretado espacio que se me ha designado para el delicado operativo de sobrevivencia. Ya no cuestiono absolutamente nada, dejando todo el mando al cuerpo, tipo de sobrada inteligencia. A esta hora de la madrugada, atizando el rescoldo de algún vestigio racional, descubro, con anatómica alegría, que mis mejores ideas están acantonadas en las piernas.

III

Desconócete, desobedécete, olvida que fuiste aquel que un día se conoció y obedeció por temor al desconocimiento y la desobediencia. Reconócete este otro lado, ya sin temor, porque la sabiduría infinita y la desobediencia oportuna son recursos indispensables para conocerte mejor.

IV

(Mareaje / a punto del naufragio)

Un argonauta, eso es lo que soy, perdido en el desvarío que tu vida lacia me propuso. Tú eres la sirena que entonó la marcha de las putas, empujando al vacío a los marineros incautos. – So imbécil (me digo), no se te ocurra pedirle otro número, que más muerto no puedes estar.

V

(Mareaje / a babor)

El vigía, en el nido de cuervos, grazna una vez más su soliloquio: “Otro banco de niebla”. La tripulación pierde sus dientes a razón de uno por día, bajo el flácido velamen de una calma que ya dura meses… ¿Y el capitán? ¡Oh, capitán, mi capitán, so maricón, enternecido contador de briznas! ¡Qué diferente habría sido nuestra suerte, de no haber escuchado tus órdenes!

VI

(Mareaje / a estribor)

A veces no sé si soy un navegante, o un náufrago, a bordo de una frágil galera tripulada por marineros que se amotinan cada doce horas. Mi fe es tan ligera, y a ratos fuera de lugar, como la gaviota que hace tres días se posó en el palo mayor. Mi lastre es diametralmente pesado, como el ancla que hace una semana echamos al agua por mero aburrimiento, o delirio, ya no sé. El recuerdo de casa, de la meretriz preferida, late en cada sien febril, agitándose en los sacos masturbatorios de la noche.

“¡Regresemos a Palos, a palos!” – Gritan los marineros a voz en cuello. 
“¿A Palos…?” – Pregunto, casi en un temblor.
“Si, ¡a puro palos!” –Responden multitudinarios.

“¿¡Y las Indias que son menester alcanzar allende los mares, aun sin saber que apariencia tiene el horizonte del futuro!?” – Todos, incluso yo, momentáneamente calmados con mi arenga, caemos en la cuenta de la gigantesca empresa que abordamos. Da grimas ver sus rostros quemados, enjutos, desdentados, iluminarse levemente bajo el Sol de este marasmo, mientras repiten:

“…Las Indias, las indias, las indias…”.

VII

Finalmente acabé amistándome con Dios, ese incómodo parásito del subconsciente, que todas las noches se abre camino a empujones hasta la superficie de mis obcecadas aflicciones. – “Siéntate ahí, a mi derecha – le digo – mientras preparo café”. De no padecer esta soledad devastadora y escalofriante, que comparto irreparablemente con ese señor, creo que nunca hubiese hecho el ridículo de dirigirle la palabra, como mismo lo hago conmigo a esta hora del silencio.

VIII

1)

Pienso que hay algo en juego, además de las papas. La fila no debe romperse bajo ningún concepto. Hay modalidades disciplinarias que deben respetarse hasta las últimas consecuencias: Cualquiera podría usurpar mi posición (No. 10). 

Una cola no solo sirve para espantarse las moscas, sino, categóricamente, para conservar el equilibrio.

2)

El reptil ha perdido temporalmente su cola. Ahora piensa otra cola. Perder una cola duele la mitad de la vida, pero salva las colas de la otra mitad de su vida.

IX

He descubierto un nuevo punto en el techo, en el cielo. A simple vista no puedo determinar si se trata de una estrella o un insecto, pero algo se arrastra hasta ese punto y lo engulle. Tampoco puedo precisar qué es lo que se arrastra con semejante apetito, ni si tiene patas o puntas. Me estoy quedando dormido.

TV

1)

La pantalla le devora las neuronas, como la luz borra la memoria de un viejo retrato colgado en la pared. La luz se lo traga todo con una voracidad espantosa, persistente, hipnóticamente irreversible. Ahora el galán le dice: “Corín Tellado, este cuento se ha terminado”, y ella se echa a llorar.

2)

Unos minutos de lucidez (tal vez diez), mirando una película del Canal 6, que en realidad no estaba entendiendo. La película trataba de unos chinos que no paraban de correr. Corrían por cualquier motivo y, cuando se detenían, se propinaban patadas y piñazos hasta decir no más. Era una película aburrida, pero, sin darme cuenta, estaba corriendo tanto como ellos. Viendo para adentro el guión de mi vida, comencé a trazarme un rumbo más interesante. Unos minutos de lucidez, después de tanta locura.

XI

¡Huye, escapa mientras puedas! ¡Te estás buscando para matarte! El homicida interior ha despertado con el apetito abierto, y no vacilará en clavar su acero en el prójimo más próximo: en ti, que solo te tienes a ti mismo.

Libros

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