BALCÓN
Este balcón que ha visto la partida
de todos mis gorriones ermitaños,
ha soportado el grito de los años
y todos los cigarros de mi vida.
Este balcón y mi nostalgia herida
grabados a esta piel como peldaños,
testigos de profundos desengaños,
de mi adicción al sexo y la bebida.
Este balcón siempre será la cuna,
del alba, del silencio y de la luna
lloviendo en las ojeras de mi cama.
Este balcón, oráculo del mundo,
suele fertilizar cada segundo
donde la fe jamás se me derrama.
MAGNETISMO
Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mis días,
el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso.
Homero
Yo no sé si los muelles de mi casa
hechizaron mis naves con regreso,
si renuncio a partir o si estoy preso
en la sed de volver. No sé qué pasa.
Si esta pútrida calle me amenaza
con robar mi niñez, mi madre, el beso
que le daba a la virgen en mi rezo
cada noche. En fin, yo no sé qué pasa.
Si estoy hecho con polvo de mi tierra,
si apago la distancia en mi futuro,
si enciendo la energía tras el muro
y no puedo escapar. Mi voz se aferra
a cantarle a este parque tan vacío
y a este gris aguacero siempre mío.
VENTANA
Esta ventana vieja se quedó sin palomas
mirando una ciudad
de carretillas y escombros,
guardando una pedrada al sur
de sus cristales,
donde respira el humo de un viejo almendrón.
Esta ventana
herida de codos solitarios,
a veces el café de tantas lunas
en el aullido de perros donde nació mi insomnio,
sostiene una sonrisa inmortal,
(sabe mentir muy bien).
Muchas veces
he escuchado su tos por las termitas,
el profundo gemir de sus ocres bisagras
las grietas que al sol
salpican la pared,
sin dejar de parir los techos de una ciudad-milagro
terriblemente firme,
que no se hace mortal como ella,
para morir conmigo.
VIAJERO
Por culpa del camino
la aceras parecen olvidar.
Perros gruñen,
arañas que ofrecen un imperio
para inundar la memoria.
Nadie escribe.
Mi ciudadano murió en alguna parte
mirando los cactus del balcón que ayer me hablaban.
El viajero es infinito solitario,
siempre llega por primera vez, como sufrir de amnesia,
con un cúmulo de vidas inconclusas
y el estigma de zarpar
en la aurora,
por temor a la costumbre
que fuma una pipa en su sillón junto a la noche.
Busco las alas del cóndor y el pulmón de los delfines,
oculto inocente
la trompeta de Armstrong
creyendo esconder los secretos del Jazz.
Por eso te pido:
cuando hagas el amor,
no pongas el afán de hacerme tuyo.
POEMA AL PREDICADOR
Salvemos al predicador que moribundo
arroja su cuerpo,
su voz, su historia, su mañana
a esta calle de siglos miserables,
a estos muertos sin luz
viudos de todo.
Salvemos al predicador que ya no tiende su mano
hinchada por la ausencia,
los horrores del hombre,
la cobarde mujer que extermina,
ocultando la daga del eterno camuflaje
y se extiende…
El predicador quiere escapar del hombre
y su maldita raza,
del padre sin hijos que encontró en el espejo,
del monstruo
y la víctima.
Prefiere ser un borracho
o el perro que ahora lame su rostro,
(nada más limpio que su lengua
sin culpas, sin mentiras, sin secretos).
Salvemos al predicador y sus fantasmas,
no tiene quién lo espere,
lo ame,
lo comprenda.
Se estremece en el barro.
¿Dónde estará el perdón, que no lo ve?
¿Dónde estarán los ángeles, si existen?
¿Dónde estarán las manos?
¿¡Dónde!?
El predicador nunca pidió un centavo,
sólo extirparnos de una vez esta ceguera,
no más a un paso nos llamaba,
era un socorro de los cielos,
un puente que no vimos,
un salto,
un combate a la tristeza,
a la cruz de soledad con que cargamos.
Era el futuro, la salvación, la eternidad,
era un farol,
un ala, una escalera
que hundimos en la boca del infierno.
Salvemos al predicador que aún hay vida,
dejemos de ser esta epidemia,
cadáveres sin sueños que deambulan,
estériles de almas,
mutilados del grito.
Abrámosle la puerta y respondamos,
que al menos alguien
aún teje brazos a los mudos.
ANHELADO VIAJE A LA SEMILLA
Los cirios crecieron lentamente,
perdiendo sudores.
Alejo Carpentier
Mientras paseo la desnudez de los árboles,
junto a templos y relojes
con números romanos,
mientras la ausencia de las aves ruge
el transcurso de los meses
y una invasión de cabellos se esparce sobre mi rostro,
me asalta esta ambición por detener el tiempo.
Cabalgar junto a mi padre joven,
mi padre y sus gavetas
preñadas con el trópico y los relatos de Kafka,
ansioso por andar el mundo,
cubriendo mis huellas como el más fiel arcángel.
Todos los retratos
recogen amarillos esa ausencia de arrugas
con la costumbre infinita
de soñar,
leyendo páginas de Zweig, sin olor a futura ausencia,
ni a muros que clonan los kilómetros.
Recuerdo un piano que gime en el patio de mi casa,
y ya no sé cuál es mi casa.
Es que tal vez nunca debí vestirme de vikingo,
ni abandonar la cena que aquella noche
parieron las culinarias manos
de mi madre.
Tal vez ésta es la edad
que más golpea el verbo y la conciencia
pinchando las heridas,
yo no sé.
A esta altura los milagros no parecen ser posibles.
Quizás el desamparo
y estos árboles sean el reflejo de mi alma
indefensa por el hielo,
ansiosa por hallar al nuevo Hermes,
bien pudiera regresarme la ternura,
o quizás el patio de arcilla que fundió el universo
y empezar nuevamente,
enterrando lágrimas al incendio que hace cenizas mi egoísmo,
estas horas-garfios que desgarran venas.
Mientras lejos,
desafiando la bruma,
se anuncia la presencia del fruto solitario:
la señal.
Es un mensaje
de estos árboles desnudos,
un disparo al corazón de la distancia.
Mi padre aún espera cabalgar conmigo.
SE AGOTAN LOS CIRIOS
Aquí sólo llegan relojes y tu lejana sombra
mutilados del fuego.
Corazón que arrojas tus pupilas al vapor de las ausencias,
¿cómo puedes volver
al altar donde se agotan los cirios,
pedirle primaveras que evaporen esta playa
de frialdad feroz
y cargar con tu mañana de plomo,
tu vida de plomo,
tus miserables piernas de plomo?
Mi nave se hunde,
sabe que en estos puertos serás una leyenda,
esta galaxia suele desorientar las lunas.
¿Lo oyes?
Aire gris, cadáver de los cirios,
no alcanzan retener tus efímeras auroras,
no descubro tus huellas
derretidas en el glacial de la esperanza.
CANCIÓN DEL NÁUFRAGO ALEGRE
Abrazando la nostalgia he crecido,
(alpinismo eterno al que condena esta vida),
¿Cómo me he de cuidar
cuando mis pies son sordos,
junto a los ecos del río milenario que apaga la voz?
Cada juego de niño humedece la mejilla
cruzando el insomnio.
Llevo impreso cada hermano que no llega,
este esquife y su fuego de locura.
Mutilador de Anclas,
no dejes que el velero de la brisa joven
suelte esta fiebre de volar inagotable,
junto al lamento y las páginas del libro,
como el orgasmo viril
de un corazón desnudo.
Mañana seré tinta,
Mutilador de Anclas,
¿Dónde reposará la idea de escaparme,
subir al sol
y plantar muelles en la luna?
Abrazando tu adiós he crecido,
no temas,
aún llevo mi oración al Ángel del Naufragio.
ENSAYO DEL ÁRBOL DEMENTE
El árbol, que nació y creció para esas palabras.
Luis Rogelio Nogueras
Pensé que mis oraciones y salmos
irían a buscarte,
que hallarías mi voz bajo el trillo de las velas,
el olor a incienso
para no respirar el grito,
la añoranza que arde en esta isla
de profetas desnudos.
Pensé que una noche me soñarías
al besar tu crucifijo
pariendo peces y volcanes,
bajo la sed del viajero
que muerde cada minuto tu nombre
despojado de respuestas.
Pensé pedirles alas a los ángeles,
descubrir tu edén sin horizonte,
la atroz metamorfosis,
lo infinito,
la llama de tu sexo y mi ceniza.
Pensé resucitar en tu novela,
derretir cobardes con tu sombra,
burlarme de la luz,
ser un vampiro,
envenenarme en tu alma hasta los huesos,
pisotear el adiós y pecar,
pecar como un demente sin cansancio.
Pero los pájaros te ocultaron mi otoño,
mis galeones de laurel
y mis señales,
los corceles del viento y los cocuyos.
Hoy navegan tantas hojas sobre el agua,
no lo sabe mi flor,
pero va quemando esta piel el rugido, la tortura
de tus manos.
Menos mal que pensé reencarnaciones,
un futuro en tu carne de mensajes
y poetas.
ESPERANZA
…saber que estás ahí
mientras se evapora el mundo,…
Gastón Baquero
Ella danza inocente,
porta el gemido nupcial de una ballena joven,
rostro que no habita el ojo humano.
Sonríe,
va sobre la nube con que sueña el mundo,
despide su fragancia
sobre el mar.
Ese mar que creció con el llanto de un enfermo,
con la mano del mendigo
y el centavo,
con el beso de una madre que bendice.
Ondula despacio su vestido transparente,
brota la carne virgen
y sin huellas.
Nadie la ve,
danza inocente como una golondrina.
Todos le aguardan cada navidad
en un Rey Mago,
clavan la fe al crucifijo de la aurora.
Le ruega el hombre-oveja, (cada día más oveja),
el que dividió el pan en ocho migas
un veinticuatro de diciembre,
la anciana que tose moribunda,
todo un pueblo.
Ella sigue su danza infinita,
La danza que nadie escucha,
mientras los niños,
con los ojos hambrientos,
la pintan afrodisíaca, fugaz, sobre las calles.
HOY EL DÍA QUIERE IRSE SILENCIOSO
como si fuéramos eternos,
con la certeza de que vendrán otras auroras,
con tu rostro en primavera a la ventana
y un verso de Tagore
habitando la humedad donde esculpes tus besos,
como si el sol
pudiera herir la garra fría del segundo,
sin preocuparme por despertar
vestido de soldado,
viendo caer fragmentos de los míos,
ojeras de funerales que alberga la distancia,
una foto en la mochila,
una dedicatoria que destiñe el uso,
el llanto,
las cartas que quizás no enviaría nunca,
porque todo puede suceder
y este día quiere irse silencioso.
Hoy están tus manos próximas a una resurrección
o de mi nacimiento
esas aves no volarán el mar
sin que Tchaikowsky ponga a gemir su pentagrama,
sin que la arena despegue un susurro
al abrazar el sol,
y los náufragos construyan sus canoas
para remar soñando que alguien los espera.
Hoy los árboles no podrán dormir
si no cantas tus salmos,
si no te fundes en mí como el poema que ahora escribo,
porque mañana
podemos ser nuevos reclusos
y no podrás decirme: “Vamos a dormir mi amor, se hace tarde”
ni me besarás la frente,
ni yo podré cantar estas canciones.
A UNA MUJER QUE LLORA JUNTO AL POETA
O quam te memorem virgo…
Los rumores mataron al poeta por andar desnudo,
sentirse orgulloso de ser hombre,
vibrar, creer en lo posible.
No quiso vivir en la burbuja,
descubrió que allí todos agonizan.
Se cansó de los naipes
y los astros,
los viejos que maldicen la tan culpada suerte.
Orinó sobre el muro destructor de la risa.
No llores, mujer,
así es el mundo,
un océano de lenguas que maldicen.
(No se sabe cuándo ni cómo arribará la flecha),
no importa,
el volcaba libertad en sus pulmones.
Era el mismo en los espejos,
(¡eso duele!)
su índice comprimía las dos caras,
(¡eso duele!)
no tenía un tejado de vidrio,
(¡eso duele!).
Los rumores mataron al poeta,
el tiempo le hacía indestructible:
Regaló sus ropas al niño que vendía su riñón
y le dio un beso,
hizo el amor con la conciencia,
vibró satisfecho entre sus muslos,
la hizo gemir,
gozar a plenitud de sus orgasmos.
No llores, mujer,
así es el mundo,
no acaba de asumirnos inmortales
y cambian impotentes las flores del retrato.
Todos llevan un cobarde en el bolsillo,
ocultan,
disfrazan,
confunden,
envidian al poeta por andar desnudo.
Mejor llora, mujer, por los sinalmas:
no ven,
no aman,
no soportan,
no escuchan el día laborable de los dioses,
no entiende el viaje a lo inmortal,
renuncian a la luz
y construyen muñequitos de trapo,
buscando en un golpe
de aguja
hundir la epidemia de los genios.
No llores, mujer,
así es el mundo,
pasto de inspiración para el suicidio.