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¿Alguien se queda del todo?

En una ocasión le pregunté a Joaquín Borges-Triana qué había sido de Fidel García, tecladista, percusionista y vocalista de Síntesis durante los años 80, cuyo registro vocal —cercano al de un tenor ligero, un tenorino—, inmerso en los elaborados arreglos corales de la banda, aportaba una sonoridad única a los viejos cantos yoruba que en aquel tiempo solían fusionar de manera tan natural con el rock.

Que Joaquín recordara la voz de Fidelito no me pareció una proeza: ya sabía yo que mi colega de  El Caimán Barbudo era un melómano empedernido. Lo sorprendente fue que mencionara sin atisbos de duda el lugar exacto donde se había radicado el excelente instrumentista luego de su salida de Cuba (creo que en las Islas Baleares, aunque el dato resulta insignificante ahora). ¿Sigue en la música?, fue lo único que atiné a preguntar entonces. Sigue en la música, me respondió Joaquín, puedo decirte incluso dónde está tocando…

Preferí no continuar con mi interrogatorio. Joaquín Borges-Triana, además de excelente periodista —también excelente músico, capaz de ejecutar el piano o la guitarra con la destreza de un profesional— es un individuo enormemente curioso y su fisgoneo insaciable en el ámbito de la música y los músicos cubanos le ha permitido acumular un conocimiento invaluable en la materia. Un conocimiento que acaba de poner a disposición de los estudiosos del tema, y de los lectores en general, mediante la publicación de un libro que pretende dar a conocer “el destino y la obra de rockeros, poperos, cantautores, timberos, jazzistas que se marcharon de Cuba y que son partícipes de la Diáspora, de lo que ha denominado el autor Música Cubana Alternativa”. Estoy haciendo mención del volumen  Músicos de Cuba y del mundo: Nadie se va del todo (Ediciones ConCierto Cubano, 2012).

Confieso que luego de la lectura de La luz, bróder, la luz. Canción Cubana Contemporánea (Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2009), en ningún sentido esperaba ya nuevas “revelaciones”. En aquel libro esencial, Borges-Triana se atreve con éxito a dibujar un mapa —lo más fidedigno que pueda imaginarse— de lo que ha sucedido con los cantautores nuestros a partir de la llamada (por él mismo) “generación de los topos” y la evolución posterior de la canción de autor cubana a lo largo de las décadas recientes. ¿No resulta de por sí una temática más que “alternativa”? Pues a su autor no le basta. En Músicos de Cuba y del mundo vuelve por sus fueros, esta vez haciendo extensivo el análisis a los restantes géneros que, de acuerdo con la nomenclatura empleada en los estudios académicos, integran la llamada “música alternativa”, y un poquito más allá… Estoy hablando del rock, el jazz, el hip hop, ¿la timba?, poniendo foco en la circunstancia de la emigración de sus cultores —a quienes llama “músicos transterrados”—, asentados en territorios diversos a lo largo y ancho del planeta.

Músicos de Cuba y del mundo pudo tal vez ser concebido por un investigador emigrante, mas le tocó en suerte a un cubano —residente en la Isla— poner en blanco y negro, reunir, sistematizar por primera vez (y con la profundidad requerida) la historia de la diáspora musical cubana, su interacción con las culturas receptoras, sus divergencias y sus puntos de contacto con la creación que se da durante el mismo periodo dentro de nuestras fronteras nacionales, para poner de manifiesto —como se indica en el título— que “nadie se va del todo”, porque nadie se aleja definitivamente en cuanto concierne a los resortes que marcan profundamente la espiritualidad humana: la música popular entre ellos.

Sin embargo, Músicos de Cuba y del mundo no se limita a la mera observación estadística, sino que constituye en primer término una indagación inteligente relativa a los procesos migratorios, sus rasgos generales y su papel en la configuración de las estructuras sociales, tanto en las naciones que generan el flujo como en las que lo absorben. Solo a partir de esa premisa emprende el autor su estudio de la emigración, constreñida al ámbito artístico y, con mayor precisión, al de la música y los músicos que se han ido a vivir —y crear— en otras latitudes.

Llama la atención en Músicos de Cuba y del mundo su cualidad abarcadora. No sobra apuntar que los músicos cubanos vivos que actualmente residen en el exterior, en abrumador porcentaje, emigraron luego del triunfo revolucionario de 1959; pero Joaquín no pasa por alto una suerte de nomadismo musical que compulsó a los nacidos en esta Isla a marchar a Europa (desde el siglo XIX) o a los Estados Unidos, México o España (una vez entrado el XX), en busca de mejores condiciones para estudiar o para entregarse por entero a la actividad artística.

En similar sentido, el libro dedica un apartado a explorar el llamado “Sonido de Miami” y la impronta de prestigiosas figuras que hicieron carrera desde aquella ciudad, de la que el arquitecto Rafael Fornés ha dicho: “Miami y La Habana son ciudades ying/yang”. El multiinstrumentista, cantante y compositor Willy Chirino (quien ha gozado y goza de gran popularidad en la Isla, a pesar de mantenerse proscrito de la radio y la televisión cubanas); la vocalista Gloria Estefan (como parte de Miami Sound Machine o en solitario) y el recordado dúo de Hansel y Raúl, que el investigador cubanoamericano Gustavo Pérez Firmat considera exponente de “ese segmento del exilio más reacio a la asimilación”, están presentes en este capítulo diseñado con maestría y que —echando mano al antológico tema de Chirino— se titula “Un tipo típico”, para constituir, desde mi punto de vista, uno de los mejor logrados en todo el volumen.

A manera de cierre, Borges-Triana —no satisfecho con el sondeo teórico— se aventura en una coda que ofrece su Discografía Esencial Recomendada, podrá suponerse que incompleta, pero al mismo tiempo útil para quienes no desean permanecer en la distancia de una lectura y optan por dar un primer paso en la obtención y escucha del material grabado por varias generaciones de músicos cubanos transterrados a lo largo de décadas —si bien la lista se ciñe solo a las tres últimas— y en muy disímiles escenarios.

Cabe añadir únicamente que Músicos de Cuba y del mundo, contrario a lo que pudiera pensarse, no es de ninguna manera el clásico “ladrillo”, sin restar a su publicación la seriedad que merece. Es que Joaquín Borges-Triana, Doctor en Ciencias sobre Arte (Estudios Culturales) por el  Instituto Superior de Arte de La Habana, no asume el hecho escritural con un fin netamente academicista. Todo lo contrario: los resultados expuestos en este libro poco o nada tienen que ver con la frialdad de una monografía o de una tesis de grado. El periodismo subyace, la prosa desenfadada y el estilo ameno que garantizan ante todo —y sobre todo— el goce de la lectura, convencido de que nada se aprende mejor que lo que bien se disfruta.

Músicos de Cuba y del mundo está llamado a convertirse en referencia imprescindible para los estudiosos de la llamada Música Cubana Alternativa facturada allende nuestros confines; para los interesados en adentrarse en la compleja problemática migratoria de que han sido protagonistas decenas de músicos cubanos y para los amantes, en general, de la música cubana, donde quiera que esta se produzca. Un libro muy recomendable para quienes, como su autor, nunca han tenido “el mal gusto de separar u obviar a los nacidos en Cuba por el lugar donde deciden radicarse”.

No por casualidad Borges-Triana incluye, a modo de exergo, un fragmento de texto original del escritor cubano Antonio Benítez Rojo (emigrante también): “El eterno paisaje del mar nos ha hecho mirar hacia fuera, hacia el horizonte…”.

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